Estirar y soltar

El Financiero /

La insatisfacción en el trabajo, el maltrato como estilo de liderazgo, las exigencias de perfección y de hacerlo todo bien todo el tiempo, se han vuelto causas frecuentes de síntomas diversos en los pacientes: enfermedades psicosomáticas, cuadros de ansiedad y depresión, crisis existenciales y vocacionales, agotamiento crónico e incapacidad para tomar decisiones.

En el mundo de los negocios y del trabajo, la gente oculta sus verdaderos sentimientos y suele afirmar en automático que todo va increíble, que le está yendo fantástico. Tirar la toalla es de cobardes, lo impensable, el pecado capital. Y también es inhumano.

Esta imagen estereotipada de nunca darse por vencido, se convierte en una cárcel para quienes un día se cansan de fingir que todo está bien y deben enfrentarse a la realidad de que algunos negocios son inviables o que el plan de carrera que perseguían con disciplina y obsesión, dejó de darles sentido de vida.

Encontré un sitio de podcasts, Reboot , dirigido a empresarios y emprendedores y me sorprendió para bien la filosofía que los anima: a veces la mejor solución, el único camino que traerá descanso, paz y disfrute, es rendirse. Rendirse como sinónimo de dejar ir, liberar, soltar, aceptar que hay derrotas o situaciones inevitables e irremediables.

He visto decenas de veces a pacientes que sufren porque el negocio no está funcionando, porque la meta de convertir cada peso en dos pesos simplemente no llega.

Yo, obviamente, no sé nada de los números y proyección que las empresas tienen que hacer para tomar decisiones. De lo que sí sé es de un ciclo que se repite en distintos planos de la vida, sin ser el del trabajo la excepción: la tensión permanente entre apretar y soltar. Enfrentar retos, escalar montañas o hacer lo que haga falta para logar las metas planeadas y soltar (relajarse) cuando sea el momento. El problema es que soltar está mal visto y se interpreta como cobardía. Si se supone que quien persevera alcanza, el que suelta jamás logrará alcanzar sus sueños. Pero lo que casi no se dice es que a veces el costo de alcanzar los sueños es la salud física y mental y a veces hasta la vida.

La tensión que se pone en el trabajo, en el negocio, en una empresa nueva, suele ser un obstáculo más que un recurso. Estirar la liga, apretar y nunca soltar, puede envenenar a la compañía y a las personas que ahí trabajan. Los jefes que nunca descansan, siempre critican, exigen, presionan y difícilmente reconocen el esfuerzo, logran un efecto paradójico: alejar el éxito porque nadie puede ser productivo en un ambiente de neurosis permanente.

Las personas se atrapan en proyectos que exigen lo imposible y suelen defenderse diciendo que hicieron todo lo que estaba en sus manos para no convertirse en los culpables del fracaso. El fantasma de no ser suficiente nos persigue a todos porque nunca sabemos, hasta que pasan muchos años, si hemos hecho bien nuestro trabajo o no. La vida profesional es una carrera de resistencia en la que hay que saber aflojar el paso a ratos, para conservar energía para la recta final.

El ciclo de apretar y aflojar se repite cientos de veces en la vida y saber dominarlo significa abandonar la fantasía de control omnipotente, que no es más que una defensa contra el miedo. Soltar, rendirse y resignarse es dejar a un lado el control para aprender a confiar y a creer en las capacidades de los otros y para construir un espacio de corresponsabilidad.

Dejar ir, aceptar lo inevitable, lo irreversible, liberar, soltar: es dolor y agonía pero también liberación y paz.

Quienes están convencidos de que solos lograrán cambiar la cultura de una empresa, pequeña, mediana o grande, o que se aferran furiosos a un negocio que ya no tiene salvación porque es mejor hundirse junto con el barco, podrían intentar abrir la mente para entender que la verdadera sabiduría está en saber cuándo apretar y cuándo soltar.

Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa, así como conferencista en temas de salud mental.

Twitter: @valevillag