La Razon /
Según alerta un reportaje publicado el domingo en este diario, a lo largo y ancho del país no son pocos los restaurantes y puestos de venta que ofrecen alimentos en descomposición o en mal estado. Y lo propio ocurre con la venta de productos comestibles como carnes, mariscos, arroz, panes, fideos, papas fritas y harina, entre muchos otros.
Por ello, no sorprende que las intendencias municipales decomisen alimentos de este tipo con demasiada frecuencia. Por ejemplo, el 1 de junio, las autoridades locales de la ciudad de La Paz se incautaron de 700 kilos de carne de pollo en mal estado, que estaba siendo comercializada y/o distribuida en los puestos de venta instalados en las avenidas Buenos Aires y Max Paredes. Semanas antes, el 12 de abril, decomisaron cerca de 100 kilos de productos de mar en mal estado, puestos a la venta en vísperas de Viernes Santo.
Y en El Alto, los operativos son aún más dramáticos. Por caso, el 24 de mayo la Intendencia determinó el cierre de la empresa panificadora Pan Casero, encargada de preparar el desayuno escolar en esa urbe, luego de encontrar restos fecales de ratones y de gatos, junto a otros vectores infecciosos en sus instalaciones. Y al día siguiente, clausuraron una fábrica clandestina de fideos y de pipocas que eran elaborados con agua contaminada. Además, al igual que en el caso anterior, las autoridades encontraron en sus instalaciones heces fecales y vectores.
Esa misma jornada, en otro operativo, hallaron roedores muertos y pescados en descomposición en un almacén que comercializaba harina, trigo, arroz y otros productos perecibles. Las intendencias de Santa Cruz y de Cochabamba cuentan con historias similares.
A todo esto cabe añadir que diferentes investigaciones realizadas en las ciudades del eje, como el estudio «Cuando la salud y la vida penden de un bocado» elaborado en la sede de gobierno en años recientes, detectaron en la mayoría de las muestras recolectadas bacterias peligrosas como la Escherichia coli y la Esterococcus faecalis, responsables de infecciones y enfermedades gastrointestinales como la salmonelosis y la fiebre tifoidea; así como también el germen que produce hepatitis. Además, se constató que en los puestos de frituras utilizan aceite requemado y que los aderezos, como la llajua, son los que están más contaminados.
En resumidas cuentas, la irresponsabilidad y negligencia con la que operan muchos de los comerciantes que se dedican a la venta de alimentos en el país es más que evidente, así como también la incapacidad gubernamental para impedir este tipo de prácticas. De allí que, ante este atentado contra la salubridad de la población, les toca a los ciudadanos velar por su bienestar y el de sus seres queridos, consumiendo en lo posible alimentos cocinados en su hogar o en establecimientos garantizados.