La Nacion / El amor en pareja tiene un alto porcentaje de artesanía psicológica. Pero hay una base que no debemos olvidar: para estar bien con alguien, hace falta estar primero bien con uno mismo . Tener cierto equilibrio psicológico.
Un apunte: los mitos de la palabra amor distorsionan la realidad. En el imaginario colectivo ese término está lleno de promesas y se le exalta de tal manera, que se olvida que el amor es un trabajo, una tarea a la que hay que nutrir de muy diversas maneras.
Para estar bien con alguien, hace falta estar primero bien con uno mismo. Foto: Pixabay Enamorarse es decirle a alguien «no entiendo la vida sin vos». Sos parte fundamental de mi proyecto. Enamorarse es tener hipotecada la cabeza y necesitar a esa persona. Es crear una mitología privada. Lo diría de otra manera más descriptiva: el enamoramiento consiste en abrir la intimidad a alguien, enseñarle nuestra vida y milagros.y al mismo tiempo, que el otro te abra sus puertas. Dos universos, dos historias se entrecruzan. Encontrarse a si mismo fuera de si mismo. El amor es la poesía de los sentidos, la inteligencia es la nitidez de la razón. Porque cuando el amor llega puede ser ciego, pero cuando se va es muy lúcido. En ese espacio se cuela mi artículo. Voy a exponer lo que para mÍ es la alquimia del amor.
Quiero ir pasando por cada uno de estas reglas que propongo:
1. El amor hay que trabajarlo a base de detalles pequeños positivos Lo pequeño nunca es banal ni insignificante, sino al contrario, tiene un enorme valor, porque hace la vida amable, llevadera. En la psicología moderna se le llama a esto «intercambio de conductas gratificantes», que refuerzan ese amor. Cuidar esos pormenores hace que el amor no tenga fecha de caducidad. Y por el contrario, el descuido sistemático de las cosas menudas en el amor, lleva a un cierto abandono, que a la larga es su ruina. Y entra el enemigo mortal, que se lo lleva todo por delante: la rutina.
De aquí se desprenden tres hechos claves para mantenerse enamorado: admiración, respeto y complicidad. Lo pequeño se hace grande.
2. No sacar la lista de agravios del pasado Este principio es importante. Poner todos los medios para no traer a primer plano el repertorio de reproches, ese inventario de anécdotas negativas que en momentos de tensión, asoma, pide paso y tiene un efecto destructivo, demoledor. Esa colección de recuerdos malos hay que tenerla encerrada en un cajón bajo llave. El que controla su lengua, se controla en un noventa por ciento. Porque el gobierno más importante, es el gobierno de uno mismo. Sabiendo que la felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria. Ser capaz de superar las heridas el pasado significa buena inteligencia emocional. El amor se perfecciona con el perdón. Perdonar y olvidar, es perdonar dos veces.
Ser capaz de superar las heridas el pasado significa buena inteligencia emocional. El amor se perfecciona con el perdón. Foto: Pixabay 3. Evitar discusiones innecesarias En las parejas que funcionan bien, casi no se discute. Se han aprendido unas reglas, mediante las cuales se sabe cuándo uno entra por un vericueto peligroso, que consiste en enzarzarse en un debate que no conduce a ningún lugar positivo.
En esos desacuerdos se dicen cosas fuertes y muchas veces las discrepancias no son importantes, pero se produce un enganche en donde la obstinación aparece y se produce una competición dialéctica, en donde aparecen cosas de ahora y otras de atrás e incluso heridas ya cerradas. Rara vez de una fuerte discusión sale la verdad, pues suele servir más de desahogo y catarsis: quejas, acusaciones, agresiones verbales y por esa rampa deslizante se termina en un avispero de críticas recíprocas en el que la razón deja paso a la pasión y a la larga, no se olvidan esas palabras duras. Dejan una huella dolorosa y un sabor a derrota.
4. Esforzarse por ir consiguiendo habilidades en la comunicación interpersonal Aprender a dialogar con respeto y eficacia. Este es un terreno que hay que cultivar con esmero. Me abro paso entre masas de pensamientos, intentando espigar lo esencial de este apartado: cuidar el lenguaje verbal (la magia de las palabras y sus efectos), el lenguaje no verbal (gestos, ademanes, silencios, etc.) y el lenguaje subliminal (que se camufla entre los dos anteriores).
Aprender a darle a las cosas que pasan la importancia que realmente tienen (de la propia pareja, de los hijos y de sus circunstancias). Se trata de una especie de justeza de juicio, que lleva a valorar los hechos en una cierta justa medida. Y por supuesto, a aprender a remontar el típico día o momento malo.pasarlo cuanto antes por alto y no registrarlo. Y no hablar nunca de separación; nunca es nunca (ni como amenaza ni como desahogo).
Foto: BBC Mundo También, saber tener el don de la oportunidad, para plantear un problema o algo complicado, buscando el momento más adecuado. El amor es arte y oficio, corazón y cabeza, saber combinar de forma armónica los instrumentos de la razón y las herramientas de la afectividad, a la vez. No conozco nada más complejo que la convivencia en pareja, no hay nada (en mi opinión) que tenga tantas vertientes, matices y laderas, en donde uno puede resbalar y tener problemas o roces o enfrentamientos. Por eso hay que estar bien preparado. Una buena formación hace que el edificio matrimonial no se tambalee.
5. Haber sabido alcanzar una sexualidad positiva La sexualidad es el lenguaje del amor comprometido. Y es un idioma íntimo que requiere encontrar sus claves, para que ambos sepan disfrutar de esa gramática misteriosa y concreta. Es la parte física del amor.
Cantidad y calidad o lo que es lo mismo, frecuencia e intensidad. La sexualidad es un termómetro que mide muchos ingredientes de la vida conyugal: hay comunicación, hay un proyecto de vida en común, capacidad para superar las dificultades de la vida ordinaria, la alegría de sacar adelante a la familia.y un crecimiento equilibrado de los dos con el paso de los años. Todo eso y más se refleja, de alguna manera aquí. Las relaciones íntimas desempeñan un papel muy importante y el hecho de que funcionen bien es fruto de aprendizajes sucesivos, de acuerdos y acercamientos. Es la entrega total. Se trata de integrar la sexualidad a ese programa en común. Es una gran sinfonía con cuatro grandes partituras: física, psicológica, cultural y espiritual. Todo junto sumado y a la vez. La ternura es el ungüento del amor.
6. Saber que el amor maduro consiste en un tríptico esencial hecho de voluntad, inteligencia y sentimientos Un punto que es fundamento de todo el edificio. Me explico. Uno de los grandes errores de la psicología del siglo XX ha sido pensar que el amor es sobre todo un sentimiento y éste va y viene y es difícil apresarlo, fijarlo, centrarlo. ¡Qué equivocación tan seria! El amor verdadero es un acto de la voluntad, que significa la determinación de trabajar el amor elegido, poniendo todos los medios a nuestro alcance. En los amores inmaduros, la voluntad brilla por su ausencia y todo está al pairo de los vientos exteriores.
Además, el amor es un acto de la inteligencia, lo que quiere decir en lenguaje coloquial, saber llevar a esa persona, utilizando la cabeza y la experiencia, pero sin que pierda esa relación frescura y lozanía. Fijarse, tomar nota, aprender de circunstancias complicadas a evitar caminos inadecuados o meterse en complicaciones absurdas.
El amor verdadero es un acto de la voluntad, que significa la determinación de trabajar el amor elegido. Foto: Pixabay La tercera nota: el amor es de entrada un sentimiento fuerte, de atracción física y psicológica. Los sentimientos son perfectibles y defectibles. Lo que quiere decir que si uno se afana en mantenerlos y pone esfuerzos repetidos en positivo, se mejoran. Y por el contrario, si se les descuida y abandonan, va a peor y aparece antes o después el desamor.
Trilogía fuerte, consistente, sólida, cada uno con su propio ámbito, pero se adentra en el espacio del otro: voluntad, inteligencia y sentimiento. La obra bien hecha permanecerá: hacer de nuestro amor una obra lograda.
7. Para que una pareja marche bien es necesario compartir una espiritualidad vivida Se mezclan aquí lo natural y lo sobrenatural, lo físico y lo metafísico, lo horizontal y lo vertical. En una palabra: lo humano y lo divino. Se trata de una filosofía común, un sentido de la vida fuerte, que a la larga va a ser cemento de unión de esa pareja ante los avatares de la vida. Cada uno debe encontrar aquí las mejores respuestas. La mujer hace más humano al hombre y también lo hace más espiritual. Esto tiene muchas ramificaciones. Dice un poeta español del siglo de oro: «volé tan alto, tan alto, que le di a la caza alcance». La cultura y la espiritualidad son la estética de la existencia.
En este artículo no regalo los oídos a nadie. El mejor amor es exigente y lo pide todo. Estos 7 puntos son una pedagogía del amor hecha con materiales resistentes, firmes, compactos. No hay amor sin cultura.
El Dr. Enrique Rojas es catedrático de Psiquiatría. CDO. Nº 24.864
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