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Volver al trabajo después de la licencia: anhelado y temido. Las horas del día ya no eran marcadas por el reloj sino por los tiempos naturales de su bebé. Era la cadencia que juntos habían aprendido en los tres meses que Nico llevaba fuera de la panza de Marcela; un ritmo a veces tranquilo, a veces desbordado, pero definitivamente distinto al ritmo laboral. Y ahora era momento de volver al trabajo, donde le entusiasmaba que la aguardaba un ascenso buscado durante los últimos dos años.
«En la empresa ya me habían informado, antes de comenzar la licencia, que a mi regreso coordinaría la creación de una nueva área, con un puesto de jefatura. Yo trabajo en una empresa mediana de servicios financieros que alienta que ese tipo de puestos sean ocupados por los que fuimos creciendo ahí. Así que durante mi licencia estuve tranquila en el sentido de que no parecía que me fuera a pasar como le pasó a amigas mías en otras empresas, que en esa etapa alguien les serruchaba el piso, y además sabía que me esperaban con un ascenso. Pero eso, que por una parte me parecía genial y me había hecho tener muchas ganas de volver a trabajar cuando terminara la licencia, por otra me espantaba. Sentí mucha presión al volver porque la vida de la empresa seguía adelante como si nada, y mi vida había cambiado tanto. Mis tiempos, mis intereses.».
Súper metódica y sin ganas de interrumpir la lactancia, Marcela había armado un esquema de saca-leche y mamadera que parecía tan eficaz en los planes. Pero nada de eso ayudó a impedir lo que sintió al volver. «Los dos primeros días me pasé más tiempo llorando en el baño que sentada en mi oficina. El segundo día, a la tarde, mi jefa tocó la puerta del baño y entró con un tecito. Ahí estábamos las dos apoyadas sobre el lavatorio, hablando de lo difícil del momento. Ella, más grande, ya lo había pasado hacía varios años, no una vez, ni dos, sino tres veces. Es una genia mi jefa; le estoy tan agradecida. Ella consiguió el permiso de su jefe y juntas hicimos un plan por objetivos diarios más que por horarios, para los siguientes tres meses. Iba unas horas a la oficina y el resto del trabajo lo cerraba en casa. Era desquiciante muchas veces y además estaba agotada, pero sentía que había hecho algo para estar más cerca de Nico: mi prioridad era que no estuviéramos tantas horas despegados, y eso lo logré. Además, cada par de días mi jefa se hacía un tiempo para preguntarme cómo andaba Nico; en ella tenía a alguien para hablar un ratito de cólicos, falta de sueño y esas cosas. Así que aunque cuando iba a la empresa estaba tapada de trabajo (y cuando volvía, muchas veces también), me daban ganas de ir porque sabía que había alguien que se interesaba en ese momento tan particular de mi vida y que tenía una experiencia que me ayudaba a atravesarlo».
Hoy Nico ya tiene tres años, ella está cómoda en su puesto y las náuseas del primer trimestre de un nuevo embarazo ya cedieron. En este presente en el que repasa un pasado relativamente cercano y proyecta a futuro, una de las preguntas que se hace es «¿Cómo será una segunda vuelta al trabajo?» Ya no con uno, ni con dos sino con tres: Marcela espera mellizos.
La vida personal y el sistema laboral «Así como están instalados los cursos para el parto pero no para el regreso a casa, tampoco hay una preparación para el regreso al trabajo», marca Mercedes Korin, asesora en proyección laboral . La vuelta al trabajo es una etapa trascendente para las mujeres y sus hijos. La legislación aporta una hora menos de trabajo por lactancia, pero no es suficiente porque generalmente sirve para volver antes a casa, pero no para que mamá e hijo se vean en la mitad del día y así achicar verdaderamente el tiempo sin estar juntos. Además, la falta de un marco legal que promueva que los padres empleados puedan disponer de más tiempo con sus hijos, también dificulta una vuelta al trabajo más armoniosa tanto para las madres como para los hijos.
En el caso de Marcela, tuvo la posibilidad de armar un esquema de transición con una jefa que se convirtió en su aliada. «Es de gran ayuda encontrar en el lugar de trabajo a mujeres o varones que ocupen puestos con poder de decisión y estén sensibilizados por la reinserción laboral de la mamá reciente, que acompañen conversando con empatía y ayudando en cuestiones laborales específicas como la organización de los objetivos y las tareas», señala Mercedes. Pero a la vez advierte: «De algún modo estos son parches en un sistema económico y cultural que debería cambiar profundamente si quisiéramos que las personas no se sientan en falta o incómodas en el ámbito laboral porque sus intereses van modificándose a lo largo de su vida, como cuando surgen las ganas de tener hijos».
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