El Financiero /
El mundo es un gran teatro,
y los hombres y mujeres son actores.
Todos hacen sus entradas y sus mutis
y diversos papeles en su vida
W. Shakespeare, «Como gustes»
La mayoría de las personas tienen o han tenido dificultades para relacionarse socialmente. Para algunos es angustiante la convivencia con los otros y en ciertas circunstancias, un infierno. Los pacientes hablan con frecuencia sobre sentirse inadaptados dentro de los distintos grupos sociales, que empiezan en la familia y se extienden a la escuela y después al trabajo. Estas personas no disfrutan los encuentros sociales y prefieren relacionarse solo con su círculo de confianza.
Muchos experimentaron acoso escolar por ser de cierta clase social, de aspecto o color diferente, orientación sexual diferente, personalidad introvertida o dificultad para defenderse. En la vida adulta pueden reaccionar con desconfianza y están seguros de no ser simpáticos ni de caerle bien a nadie.
El «pánico escénico» lo hemos padecido todos porque el mundo es un gran teatro. No somos las mismas personas en la intimidad que en la vida pública. El encuentro con otros puede desencadenar nerviosismo, auto vigilancia, incertidumbre y miedo. Las situaciones típicas que la gente describe como angustiantes son las entrevistas de trabajo, las citas amorosas, la interacción con jefes o autoridades, hablar en público, una junta y conversaciones casuales con extraños.
Resulta casi un misterio porqué algunas personas sienten miedo de gente común y corriente y en interacciones cotidianas. La ansiedad social es sufrir las relaciones con los otros por la situación (una reunión de gente desconocida); por las diferencias individuales (timidez, introversión, desconfianza); por la historia del desarrollo (agresión o sobreprotección causan ansiedad social) y por causas evolutivas (¿por qué los humanos tienen la capacidad de sentir ansiedad social?).
Es posible que las habilidades sociales sean de las más importantes a desarrollar, porque nos servirán para conocer gente, para conseguir trabajo, para progresar en nuestras carreras académicas o profesionales y para relacionarnos.
La falta de habilidades sociales está asociada a sentimientos de desolación, ansiedad y depresión. La necesidad de conectar con otros es fundamental para la sobrevivencia, casi en el mismo nivel que comer o dormir.
La ansiedad social es en el fondo ansiedad de ser evaluados en nuestro desempeño por los demás. Las personas se angustian al imaginar encuentros en los que se equivocan o se evidencian rasgos de personalidad que prefieren ocultar, como la inseguridad, la hipersensibilidad o la tendencia a la ira. Actuamos diferente dependiendo de la identidad que asumimos en cada circunstancia. Quizá somos fuertes en el trabajo pero frágiles en las relaciones amorosas. Sometidos en la oficina y dominantes en la vida doméstica.
La capacidad de sentirse en calma en situaciones sociales es algo que puede desarrollarse. Pensar que algunos llegaron tarde a la repartición de habilidades sociales es un error porque no hay casi nada que no pueda aprenderse con dedicación y constancia. El arte de conectar con otros no es un misterio: es producto de la capacidad de escuchar, de empatizar logrando que los otros hablen de sí mismos mas que preocuparse sobre lo que vamos a decir nosotros; espejear a los otros, repitiendo lo que han dicho para confirmar que hemos escuchado; saber cuándo, dónde y cuánto hablar y revelar sobre uno mismo; ser capaces de ver a la gente a los ojos y sonreír con más frecuencia.
No duele, puede practicarse y sirve para tener un tránsito más placentero y fluido en los distintos grupos sociales en los que nos desarrollamos.
Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa, así como conferencista en temas de salud mental.