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Según la última Encuesta Permanente de Hogares del Indec, las mujeres cobran un 27% menos que los varones por iguales tareas y la desocupación las afecta en mayor porcentaje (10,5%). Además, ellas gastan en promedio 1200 pesos por año más que los hombres simplemente por el hecho de ser mujeres y menstruar. Así es que la desigualdad económica entre ambos se profundiza por este gasto extra en toallitas, tampones y/o copas menstruales.
A partir de estas cifras, que estaban invisibilizados en la agenda pública hasta hace poco, la organización Economia Femini(s)ta, integrada por mujeres de diversas disciplinas, aprovechó el pasado 8 de marzo durante el paro internacional e instaló un debate a través de una campaña a la que llamaron MenstruAcción. La iniciativa llegó al Congreso en forma de proyecto de ley basada en dos demandas puntuales: la provisión gratuita de artículos de higiene menstrual en escuelas, universidades, comedores, cárceles, espacios comunitarios y refugios para personas en situación de calle y la quita del IVA para que sean considerados lo que realmente son: artículos de primera necesidad cuyo acceso debería ser gratuito e irrestricto.
Mercedes D’Alessandro, economista y fundadora de Economía Femini(s)ta, advirtió en diálogo con LA NACION que «para muchas personas la menstruación es el último tabú que queda» y agregó que «la campaña tuvo mucho feedback y aceptación desde el primer momento». Diversos frentes políticos tomaron las demandas y elaboraron cuatro proyectos de ley y una ordenanza municipal para que sean reconocidas por el Estado.
«Los proyectos de ley tienen como finalidad buscar herramientas para eliminar factores que fomenten esa desigualdad», comentó a LA NACION Victoria Donda, la diputada del Movimiento de Libres del Sur, que se hizo eco de este reclamo y presentó una iniciativa en conjunto con la organización. Si bien todavía no se trató en comisión, Donda se refirió a los resultados: «En caso de aprobarse, evidentemente las mujeres incurriríamos en un gasto de salud menos que alivianaría la economía cotidiana. Esto se cristaliza aún más si, por ejemplo, tenemos en cuenta que antes de la presentación del proyecto los elementos de gestión menstrual no formaban parte del programa de precios cuidados como si lo hacían, a modo de ejemplo, el shampoo o desodorante».
Cómo afectaría a las mujeres de sectores vulnerables Según datos del Indec, el 30% de los argentinos se encuentra bajo la línea de pobreza. El 30% de los ocupados -5 millones de personas- cobra menos de 5300 pesos argentinos, otros 3,2 millones de ocupados percibe menos de $ 4000 y hay una franja del 10% que cobra menos de $ 2000 por mes. «Para mujeres de menores recursos, el ahorro de una suma anual promedio de $ 1200 por mujer del grupo familiar es significativo», analizó Donda a partir de estas cifras.
La dificultad para acceder no sólo afecta a las mujeres en términos económicos. Además, altera el desarrollo normal de la rutina. «El Banco Mundial estimó que a nivel global se pierden entre el 10 y el 20% de los días de clase por causas relacionadas con la falta de acceso a elementos para la higiene menstrual», comentó la diputada.
Raquel Vivanco, coordinadora nacional de MuMaLa (Mujeres de la Matria Latinoamericana) y parte del equipo que elaboró los proyectos, explicó: «Buscamos visibilizar cómo el sistema económico a través de diversos factores oprime a la mujer en forma particular por el sólo hecho de serlo».
La semana pasada, Escocia se convirtió en el primer país del mundo en entregar tampones y toallitas gratis a personas de bajos recursos para sobrellevar su período de una manera higiénica y saludable. Ningún gobierno hasta el momento le había puesto el foco a la menstruación como una fuente de desigualdad.
Un referente de una organización Antipobreza contó en la radio de la BBC escocesa que muchas utilizan medias, papel higiénico e incluso diarios por no poder acceder a los métodos adecuados y estas prácticas poco sanitarias aumentan el riesgo de infecciones del cuello de útero e infertilidad.
En la Argentina todavía no se dictaminó la ley, pero su presencia en el Congreso y la visibilidad del tema en la agenda pública ya representa un avance en la lucha por achicar la brecha de la desigualdad entre hombres y mujeres.