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Un «accidente» al toser, reír hacer ejercicios o las ganas súbitas de ir al baño, pueden ser las primeras señales de alerta para una persona que podría padecer de incontinencia urinaria o fecal.
La que se da con mayor frecuencia, según indicaron especialistas del Hospital Universitario Austral, es la urinaria, que puede manifestarse de dos maneras: incontinencia de esfuerzo y de urgencia. «La de esfuerzo ocurre cuando se experimentan pérdidas de orina al toser, reír, hacer ejercicio. La de urgencia es la que sucede cuando aparecen súbitas ganas de orinar y no hay tiempo de llegar al baño», detallaron los doctores María Emilia Alcoba Gutiérrez y Agustín Sampietro, del Servicio de Uroginecología.
Estas patologías se manifiestan en alrededor del 30% de la población, con la edad aumentan las posibilidades de que aparezca y puede ser desde leve hasta muy severa. La incontinencia fecal se presenta con menor frecuencia, pero ocurre hasta en el 18 % de la población.
«La incontinencia de orina no es una condición que ponga en peligro la vida del paciente, pero que sí afecta notablemente su calidad de vida», agregó el especialista en urología Ignacio Luis Serra y detalló que es de 2 a 3 veces más frecuente en mujeres que en varones. «Al llegar a la mediana edad, la proporción se sitúa entre el 30 % y el 40 %. Pero en los adultas mayores trepa al 50 % y aún más, tanto que se la considera parte del síndrome geriátrico».
Entre las mujeres jóvenes, predomina la incontinencia urinaria de esfuerzo; la de urgencia es más frecuente a partir de la menopausia. Entre las causales que llevan a que tenga mayor presencia en mujeres que en hombres se encuentran: los partos (en especial, cuando han sido varios), la obesidad y los problemas de marcha son las causas más frecuentes de la incontinencia urinaria de esfuerzo. «Es que cuando la cabeza del bebé pasa por el canal de parto hay ligamentos que se rompen y que son los encargados de sostener a la uretra», agregó la doctora Alcoba Gutiérrez.
«La incontinencia de urgencia, en cambio, es a menudo idiopática (no se conoce la causa) o a consecuencia de muy diferentes cuadros, desde trastornos neurológicos, pasando por infecciones, cálculos, tumores o radioterapia», agregó Serra.
Según el estudio Epicont, realizado en Noruega sobre casi 28.000 mujeres , un 25 % de las mayores de 20 años (es decir, una de cada 4 personas) manifestó algún tipo de incontinencia urinaria. Entre los hombres, un tercio sufre la pérdida del control de su vejiga en su adultez. Según estudios poblacionales en el Reino Unido, Estados Unidos y Australia, la incontinencia fecal ocurre hasta en el 18 % de la población. «Y solo entre el 15 % y el 45 % de quienes lo padecen buscan asesoramiento. Es decir, más de la mitad sufre en silencio», dijo Guillermo Rosato, del Servicio de Coloproctología.
«Es frecuente que los pacientes se resignen frente a estos trastornos y no consulten. Sin embargo, los especialistas de las áreas de coloproctología, uroginecología y urología pueden brindarles orientación. Es vital la consulta para que médico y paciente puedan trabajar juntos y buscar una solución que permita a quienes sufren estos trastornos llevar una vida normal», agregó Rosato.
«Hasta el 80 % de los hombres mayores de 75 años sufre este tipo de incontinencia», detalló Serra. Generalmente, la urgencia y la imposibilidad de controlar la micción son a consecuencia del agrandamiento benigno de la próstata (hiperplasia prostática benigna). Pero también puede ocurrir en casos de vejiga hiperactiva (orinar más de 8 veces por día o más de 2 por la noche, tener ganas repentinas de orinar y sufrir pérdidas de orina después de haber sentido esa súbita urgencia miccional). A diferencia de lo que ocurre con la mujer, en el hombre la incontinencia de esfuerzo es poco frecuente y su causa más común es la cirugía donde se quita completamente la próstata (prostatectomía radical).
Ejercicios, medicación o cirugía Existen diferentes formas de combatir esta patología y la recuperación puede llegar casi al 100% si se trata cuando aparecen los primeros síntomas. Como la incontinencia femenina de esfuerzo suele estar vinculada a la hipermovilidad de la uretra, los ejercicios de Kegel (ejercicios de contracción del músculo pubocoxígeo) son una buena opción terapéutica para mejorar el bajo tono de la musculatura del suelo o piso pélvico porque trabajan en la contracción de esos músculos.
«Los ejercicios del piso pelviano o de Kegel deben hacerse con un kinesiólogo. Hay que realizarlos con una frecuencia determinada cada día, con repeticiones específicas. Son, como mínimo, 6 sesiones separadas una vez por semana, pero después hay que seguir haciendo el tratamiento. La rehabilitación lleva su tiempo, y la tasa de curación es del 80 %, sobre todo en casos de incontinencia leve», dijo Alcoba Gutiérrez y agregó que estos ejercicios también pueden ser realizados por los hombres pero no siempre son suficientes para solucionar el problema.
«En casos más avanzados, en las mujeres se puede realizar una cirugía antiincontinencia con malla o sling que sostiene la uretra. Con esta cirugía, la rehabilitación es inmediata en casi al 90% de los casos», agregó la profesional.
Cuando la incontinencia, en cambio, es de urgencia, los escalones terapéuticos también empiezan por los ejercicios de Kegel y el cambio de hábitos. «Después se pueden indicar distintos fármacos, que evitan o disminuyen la contracción de la vejiga», detalló Serra.
Neuromodulación o botox El siguiente paso terapéutico contempla a la neuromodulación sacra y a la aplicación de toxina botulínica en la vejiga, siendo ambas intervenciones ambulatorias que no demandan internación. En cuanto a la aplicación de toxina botulínica, esta funciona bien, pero hay que repetirla cada 6 u 8 meses.
En tanto, la neuromodulación sacra es indicada en el manejo de la frecuencia, urgencia y retención urinaria cuando no existe un proceso obstructivo asociado «y no hubo respuestas a terapias conductuales o manejo farmacológico», agregó Serra y su colega Alcoba Gutiérrez sumó que «la neuromodulación sacra consigue altas tasas de éxito pero, a diferencia del bótox, que debe repetirse periódicamente, es una terapia para toda la vida si es efectiva. Lo único que se recambia es la batería del dispositivo, que dura 5 años o más».
¿Qué es el método de neuromodulación sacra?
El sistema se compone de un electrodo conectado a un cable delgado y a un neuroestimulador, un dispositivo cuyo tamaño es de 3 cm de diámetro y pesa 22 gamos que es implantado en la zona subcutánea del glúteo. Este electrodo, ubicado cerca de los nervios sacros, permite que se controle la función de la vejiga y los esfínteres. Una vez en funcionamiento, el neuroestimulador administra leves impulsos eléctricos para estimular estos nervios y ayudar a controlar los síntomas de la incontinencia urinaria y fecal.
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