La Razon /
Según los primeros resultados de la Encuesta de Demografía y Salud (Endsa) elaborada por el Ministerio de Salud en 2016, cerca del 70% de las mujeres bolivianas en edad fértil (entre los 15 y 45 años de edad) presentan sobrepeso u obesidad. En 2008, este porcentaje era del 49,7%. Es decir que en tan solo ocho años esta problemática, lejos de disminuir, ha aumentado en un 20%.
Los datos preliminares también evidencian el avance de esta afección entre los infantes del país. Por caso, si en 2008 ocho de cada 100 niños menores de cinco años padecían obesidad o sobrepeso, hoy son nueve los que manifiestan esta condición. Y los porcentajes aumentan con los años. Según la última encuesta, el 26% de los niños entre 6 y 12 años tienen sobrepeso y el 4% ya son obesos. Respecto a los varones adultos, si bien aún no se han difundido los resultados de este sector, previsiblemente la tendencia es la misma, ya que el origen de esta problemática no discrimina entre hombres o mujeres.
En efecto, se sabe que durante los últimos años gran parte de la población ha adoptado el sedentarismo y la mala dieta típicos del mundo occidental. Por ejemplo, diversos estudios advierten que en la dieta de los bolivianos las gaseosas, el pollo a la broaster, las papas fritas, las hamburguesas y las sopas instantáneas tienen muy buena acogida. Estamos hablando de alimentos que contienen sustancias que producen sensaciones de placer similares a las drogas, generando de esta manera dependencia entre los consumidores, y que, peor aún, conllevan serios riesgos para la salud.
Por ejemplo, además de caries y sobrepeso, se sabe que las bebidas azucaradas provocan diabetes tipo 2, una enfermedad silenciosa con terribles efectos para la salud, responsable de la mayoría de los casos de ceguera en el país, amén de causar la muerte en sus etapas avanzadas. Por otro lado, las frituras como el pollo a la broaster y las papas fritas son la mejor manera de ganar peso. Por último, no sobra recordar que el excesivo consumo de sal y de grasas trans, presente en las sopas instantáneas, hamburguesas y en otras comidas procesadas, está detrás de padecimientos tan graves como los infartos, la hipertensión o problemas en los riñones.
Como se puede observar, no es poco lo que está en juego. De hecho, tan serio es este asunto que los sistemas de salud de varios países se han sobrecargado por la demanda creciente de atención de dolencias crónicas relacionadas con la obesidad como la diabetes tipo 2, enfermedades coronarias, hipertensión arterial y diversos tipos de cáncer. Urge, en este sentido, atacar la raíz del problema, que se encuentra en la mala educación sobre hábitos alimentarios que la población recibe desde la niñez. Y esto pasa necesariamente por romper esquemas e inculcar desde el hogar la importancia de tener una dieta sana, que vaya acompañada por ejercicio físico y una vida activa.