El Financiero /
A 50 años del lanzamiento del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el crítico musical que lo destrozó en una reseña para The New York Times se retracta.
Los lectores que abrieron la edición del 18 de junio de 1967 de ese diario estadounidense se encontraron con una reseña firmada por un tal Richard Goldstein , que rezaba así: «Estropeado, saturado y desordenado. No hay una pizca de belleza en todo el disco. Nada es real. Nada logra dejarnos enganchados».
Palabras que no puede olvidar ni Paul McCartney : «¡Un momento! La crítica del Times odió el Sgt. Pepper . ¡Y tuvimos que soportarlo!», dijo el músico en una reciente entrevista con The Washington Post , a propósito del 5 0 aniversario del álbum .
Los íconos del rock en una baraja de arte-objeto Warhol despliega el lado oscuro de la cultura pop Ahora, en entrevista con El Financiero , el hombre que vivió con la carga de haber hecho pedazos el álbum medular en la historia del rock -el mejor, según la revista Rolling Stone – explica las razones que lo llevaron a publicar aquella crítica.
«Reaccioné negativamente. Me encantaban los experimentos de los Beatles, siempre y cuando mantuvieran sus raíces en el rock. Pero en el Sargento Pimienta todo cambió: se alejaron dramáticamente de ellas y yo, con todo el narcisismo de mi juventud, quería empujarlos a que hicieran rock otra vez. Además, una de mis bocinas estaba descompuesta, lo cual afectó mi apreciación del disco», comenta Goldstein.
Los 60 fueron una época de cambios profundos. La Guerra de Vietnam, la lucha de los afroamericanos, la paranoia por una guerra nuclear y la liberación sexual fueron los fenómenos que moldearon el inicio de lo que muchos pensadores -como Ken Goffman- llamarían, años después, la contracultura. La misma a la que se sumaron, para sorpresa de muchos, los Fab Four.
En 1964, los Beatles conocieron la mariguana de la mano de Bob Dylan. Después probaron el LSD. Luego vino el lanzamiento del Revolver (1966), un disco que ya anunciaba la transformación de la banda. Pero la fecha definitiva fue el 24 de noviembre de 1966, cuando comenzaron las grabaciones del Sargento Pimienta en los estudios de Abbey Road.
El Cuarteto de Liverpool ya no era el grupo que enamoraba jovencitas. Lennon ya no quería dar conciertos. McCartney estaba harto de los gritos de sus fans. Harrison, de la mano de Ravi Shankar, estaba fascinado con la música india. Y Ringo Starr no entendía toda esa beatlemanía que los perseguía como una horda fundamentalista por todo el mundo.
Por entonces Richard Goldstein vivía una metamorfosis similar. Chico criado entre las clases populares del Bronx, admiraba la música de los Beatles , la banda insigne de la ciudad obrera de Inglaterra. En su tiempo nadie hacía crítica de rock; ni siquiera existían medios especializados para ello. La revista Rolling Stone se fundó en noviembre de 1967, cinco meses después de la polémica reseña de Goldstein.
«Yo luché, antes que nadie, para que el rock fuera considerado una expresión artística», asegura. Cuando tenía sólo 21 años, tocó a la puerta de la redacción de la revista Village Voice para venderse como «crítico de rock». El editor Dan Wolf, 30 años mayor que él, no sabía de qué estaba hablando, pero aceptó su oferta. Y así fue como comenzó su camino periodístico, en el que entrevistó a personalidades como Janis Joplin (fue una gran amiga suya), Jim Morrison y los Rolling Stones. Como los Beatles, primero no quiso probar las drogas. Después, al descubrir que ésa era la norma para convivir con los artistas, se atrevió.
Goldstein admite que su crítica al Sargento Pimienta fue «miope». Hoy ya no escribe sobre rock, pero es profesor del Hunter College de Nueva York, donde imparte cursos de cultura pop de los años 60. No le sorprende que el 50 por ciento de los escuchas del Sargento Pimienta en Spotify sean menores de 40 años. Sus alumnos, dice, también están divididos: una mitad lo odia; otra lo ama. «Sus críticas tienen que ver, sobre todo, con el ritmo lento del disco, que contrasta con la velocidad de la música actual, como el hip hop. Tampoco les agrada su carencia de las normas clásicas de rock ni su aparente falta de coherencia», señala.
Sin embargo, él ya no piensa lo mismo: «Vivimos la era de la música de fusión, en la que todo debe cohesionar. El Sargento Pimienta es deliberadamente amplio en este enfoque. Su actitud es bastante coherente. En él observamos la destilación de la cosmovisión hippie, pero también hallamos un ambiente ecléctico, impredecible y fluido; es decir: el fundamento del posmodernismo. El Sargento Pimienta es el hito profético de la posmodernidad, porque apareció incluso seis años antes de que el término fuera acuñado».
Ahora se da cuenta que su crítica tuvo mucho que ver con su estado emocional, pues en 1967 aún no aceptaba su homosexualidad.
«La razón principal de mi juicio fue la asociación que tenía en mi mente entre rock y masculinidad. Ahora que estoy en paz con mi sexualidad (estoy casado con un hombre), he escuchado el álbum de otra manera mucho más fiel a su espíritu original. Aunque no lo considero un álbum queer, sí noto que está alejado del sentimiento masculino que caracteriza al rock clásico. Sin embargo, los Beatles siempre fueron masculinos de una manera muy femenina. Sus cortes de cabello fueron idea de una mujer (Astrid Kircherr), su representante era gay (Brian Epstein) y el frenesí de sus fans provenía de jovencitas, quienes veían en ellos una dedicación patriarcal a su placer», sostiene.
Lo anterior, dice, puede ser interpretado como un truco comercial, pero más que eso se trató de un alejamiento real de los estereotipos masculinos del rock.»Aprendí de este error bastante infame en el que creemos que somos lo que escuchamos».
Cuando el Sargento Pimienta cumpla mañana 50 años, él estará a punto de cumplir 74, con un vida completamente diferente a la que tenía en 1967.