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Cambiar de empresa es un asunto muy serio. Si no quieres correr algunos riesgos innecesarios, es conveniente diseñar con detalle una estrategia eficaz. Debes realizar una búsqueda acorde con tu perfil y aspiraciones profesionales, ser diplomático en la salida de tu anterior empresa y cumplir una serie de reglas para que tu incorporación a la nueva empresa se realice a plena satisfacción. Un proceso que puede ser rápido o, por contra, durar mucho más tiempo del previsto.
Comienza la búsqueda
Existen distintos procedimientos, según el perfil profesional de cada persona, para buscar un nuevo trabajo:
– Altos directivos. Nunca responden a los anuncios ante la posibilidad de ser descubiertos por su empresa. Utilizan predominantemente la vía del head hunting (cazatalentos). Estos suelen tener los criterios claros y saben enfocar correctamente sus expectativas.
– Profesionales consolidados. De director general para abajo, no ocupan puestos de primer nivel en la empresa, pero gozan de una acreditada valía profesional. Quieren cambiar porque han tocado techo y desean seguir mejorando profesionalmente. Suelen optar a un cambio mediante ofertas de empleo, relaciones sociales entre amigos y colegas, o bien en convenciones o foros profesionales.
– Profesionales jóvenes. Los colegios, asociaciones profesionales y escuelas de negocios suelen tener bolsas de trabajo. Este es un medio muy adecuado para profesionales sin mucha experiencia. Además de esta vía, recurren también a ofertas de empleo online y, en menor medida, a contactos personales.
En cualquiera de los tres casos, uno de los métodos más eficaces consiste en crear una red de contactos (conocidos, familiares, amigos…) que nos abran las puertas a ciertos empleos. La comunicación boca a boca es a veces un buen medio para encontrar un nuevo trabajo: Si tu buena reputación es conocida, haz saber que no te opones totalmente a un cambio de empresa. Pero, ¡cuidado!, sé discreto para que los jefes no huelan lo que se cuece.
Para vendernos mejor
La negociación no se reduce a una cuestión meramente salarial, sobre todo en los niveles directivos. El aspecto económico es un motivo de corto recorrido. Una vez que se obtiene cierto nivel, existen otras motivaciones de tipo más cualitativo (estatus, capacidad de decisión…), aunque las mejoras económicas sigan teniendo su importancia.
En las entrevistas y los contactos para cambiar de trabajo, debes desplegar todas tus habilidades. Y ya no sólo con los requisitos formales de rigor (vestimenta adecuada, facilidad expresiva…). También es conveniente que utilices los argumentos más eficaces para vendernos mejor:
– Destaca tu capacitación profesional y humana. Es el factor clave de la contratación. Debemos resaltar nuestros logros profesionales y aportaciones en las anteriores empresas. Pero, y esto es cada vez más importante, hay que hacer hincapié en nuestra idoneidad para dirigir o integrarnos, según sea el caso, en equipos de trabajo.
– Gran conocimiento de la nueva empresa. Dan una imagen positiva los candidatos que exhiben un conocimiento profundo de la empresa a la que se esperan incorporar: historia, directivos, actuaciones comerciales, etc., así como las tendencias claves del sector al que pertenecen. Por lo tanto, dedica un tiempo a investigar todas estas cuestiones, y exponlas en el momento oportuno de la entrevista.
– Mejorar nuestra categoría profesional. Una pregunta obligada son las razones que nos impulsan a cambiar. Si representa una mejora evidente de categoría profesional, el argumento principal es precisamente éste: nuestro deseo de dar un paso más en nuestra carrera. Esta respuesta denota que eres un aspirante con ambiciones y afán de mejorar, cualidades éstas muy valoradas. Esta situación es habitual en muchas profesiones técnicas que aspiran a convertirse en clase directiva.
– Un proyecto agotado. También podemos decir que el proyecto empresarial en el que trabajamos está agotado. Somos profesionales de acción, que nos gusta poner en marcha iniciativas nuevas, y no queremos limitarnos a ser meros administradores de una situación ya consolidada. Queremos, en definitiva, trabajar en algo interesante. Por eso nos interesa esta nueva empresa
– Divergencia de pareceres con el jefe. Tener unas malas relaciones con tus jefes no tiene por qué ser un elemento negativo, siempre que esas tensiones sean racionales. Tenemos que positivar esta situación con argumentos como: mi jefe y yo teníamos distintos puntos de vista sobre algunos temas profesionales.
Comienza el cambio
Además de los citados, debes tener en consideración otros aspectos colaterales, pero no menos importantes:
– Duración. La negociación debe durar, ni más ni menos, lo necesario para que ambas partes se conozcan suficientemente. Aunque al candidato le conviene cerrarla lo más rápidamente posible, casi siempre es la empresa quien marca el ritmo de la misma.
No obstante, las situaciones son muy variadas y albergan una casuística muy amplia. En multitud de ocasiones tenemos que retomar los contactos con los candidatos después de haberse estancado, para que acepten nuevas condiciones, o bien para que dejen su empresa en el menor tiempo posible.
– Presión psicológica. ?Un profesional que negocia con otra empresa suele experimentar una gran incertidumbre y tensión psicológica. No podemos canalizar todas nuestras energías en una sola dirección y corremos el riesgo de ser descubiertos. Esta tensión tiene una mayor influencia en las personas más jóvenes, mientras que las más experimentadas están más serenas y tranquilas.
Un consejo válido para todos los casos es que piensen que no tienen nada que perder, y que se concentren en la tranquilidad que les da el hecho de tener ya un trabajo seguro.
– Justificar ausencias. Cambiar de trabajo requiere mucha dedicación para mantener contactos con otras empresas. Los directivos de alto nivel no tienen mayores problemas, pues suelen contar con una completa libertad de movimientos. En el resto de casos, es más difícil justificar las ausencias del trabajo. Las excusas más habituales son razones de tipo personal, problemas de salud, compromisos sociales, etc.
– El riesgo de ser descubiertos. Siempre existe el riesgo de que tu empresa se entere que estás tratando de cambiar de trabajo. Debemos siempre solicitar la máxima confidencialidad en las negociaciones. Si pese a ello somos descubiertos, debemos dar la cara y explicar a nuestra empresa con sinceridad nuestros motivos, que, si son razonables, tienen que ser entendidos.
– La marcha atrás. Nadie nos asegura que, tras un periodo prolongado de negociaciones, y cuando el acuerdo parece inminente, la empresa dé marcha atrás. No podemos hacer nada para impedir esta eventualidad. Unicamente intentar mantener unas buenas relaciones, por si en algún momento se pueden volver a retomar los contactos.
Arrieritos somos
Por fin lo hemos conseguido. Ya hemos llegado a un acuerdo con la que, dentro de poco, va a ser nuestra nueva empresa. El siguiente trámite será comunicar a la empresa que dejamos nuestro trabajo.
La primera persona en ser informada, antes incluso que nuestros compañeros, debe ser nuestro jefe directo. Después, si así es costumbre en la empresa, se comunicará a otros responsables de mayor rango (director de departamento, gerente..). Por último, se dará el preaviso oficial al jefe de personal.
Todavía nos quedan algunos días en la empresa.
Las recetas prácticas que, según los expertos, debemos aplicar para que nuestra salida sea correcta y no cerrarnos puertas en el futuro, son:
– Transparencia. Debemos exponer las razones de nuestra marcha con total transparencia. Si se trata de una empresa inteligente, lo entenderá sin problemas y sin convertirlo en ningún drama. Incluso la información que le hayamos dado sobre los motivos para irnos le será de utilidad para evitar futuras deserciones y, si es el caso, replantear su política de personal.
– Olvidar recelos pasados. Aunque hayas tenido algún conflicto con jefes o compañeros, no es inteligente aprovechar nuestra marcha para atacarlos, creyéndonos inmunes a posibles represalias. Nadie nos asegura que, pasados los años, tengamos la oportunidad de volver a esa misma compañía. O bien que nos encontremos con antiguos compañeros o jefes en alguna otra empresa.
– Hacer un balance positivo. Si tu paso por la empresa ha transcurrido con normalidad, conviene expresar todo lo bueno que ha aportado a tu carrera profesional. A nivel humano, puede subrayarse todos los amigos que allí se han hecho. No olvides, que todos ellos pueden entrar a formar parte de tu red de contactos, con los que en el futuro puedes seguir prosperando profesionalmente.
– Facilitar la transición. Los expertos indican que la empresa necesita un tiempo razonable para encontrarte un sustituto. Por ello es conveniente darle las máximas facilidades. Dejar cerrados todos los trabajos que tenías abiertos e, incluso, si esto no es posible en el plazo habitual de quince días, acordar con la nueva empresa un periodo mayor de incorporación.
– Colaborar con tu sustituto. Debes darle toda la información y las explicaciones necesarias para que pueda realizar su trabajo con total eficacia, al menos en el corto plazo. También hay que solucionarle todas las dudas que se le presenten en estos primeros meses de transición. Hay profesionales que incluso colaboran con la empresa en la búsqueda y selección de su sustituto.
Lo cierto es que, al cambiar de empresa, se corren algunos riesgos profesionales. Riesgos que, pese a todo, hay que saber asumir, si no queremos desaprovechar esas pocas oportunidades de mejora que, de cuando en cuando, se nos presentan en nuestra vida profesional.