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La Organización Mundial de la Salud (OMS) instó con fuerza a que los gobiernos se ocupen de mejorar la salud y la calidad de vida de los adolescentes. Lo hizo luego de describir el escenario de amenazas con el que conviven varones y mujeres de 10 y 19 años. Son nada más ni nada menos que 7.000.000 de personas en nuestro país.
El repaso que permiten las estadísticas nacionales, con sus retrasos y limitaciones, ubica las lesiones, la violencia, el consumo de sustancias, la depresión, el embarazo adolescente y el suicidio en el mapa de riesgos en la Argentina que no diferiría demasiado, según se admite, con el diagnóstico que se presentó ayer, en la Conferencia Mundial sobre Salud Adolescente en Ottawa, Canadá. Tampoco varían demasiado las condiciones sociales y los cuidados que el mundo adulto le está brindando a los más jóvenes.
«El adolescente siente que tiene el futuro clausurado», advierte Héctor Basile, miembro de la Red Mundial de Suicidólogos, que integra la Organización Mundial de la Salud. El psiquiatra argentino especializado en adolescencia recorre el país desde hace varios años para atender problemas en esa edad. «Cuando les pregunto sobre qué quieren hacer, cuál es el proyecto de vida, la mayoría no sabe bien qué responder. Y estamos hablando de lo que sería un norte en un mundo que, hay que reconocer, es más caótico», agrega Basile en diálogo con LA NACION.
Más notas para entender este tema El retraso estadístico, un problema Sitio web de consultas para casos de bullying Pide un papel y una lapicera para trazar líneas y curvas en un gráfico que explica cómo, a partir de los 12 años, el desarrollo biológico y psicológico avanza por separado, mucho más rápido el primero que el segundo, hasta unirse después de los 19 años. Es en ese período cuando se afianzan los valores y comienzan las conductas que influirán en la salud y la calidad de vida a futuro.
«Se promueve el concepto de que los padres sean amigos de los hijos, pero eso significa abdicar a la función de padres -sostiene-. Ser padres es primero, lo que incluye saber decirles que no a los hijos y señalarles cuáles son los peligros reales. El adolescente es una persona que está en una situación crítica porque emocionalmente y psicológicamente no es adulto, aunque físicamente lo parezca. Necesita sentir que es una persona en formación, pero con un grupo que lo contiene y lo respalda si tiene problemas.»
Hace dos semanas, un adolescente de San Juan recibió atención de emergencia por ingerir medicamentos en lo que sus familiares afirmaron fue un intento de suicidio para superar uno de 50 desafíos de un juego a través de redes sociales. También se investigan otros casos, de 11 y 12 años, en el nordeste del país y La Plata, que podrían estar más relacionados con las autolesiones que con el juego de «la ballena». La semana pasada, en Internet, la información y los rumores competían entre sí para provocar más incertidumbre.
En el mundo virtual en el que los adolescentes son «nativos», quizá los adultos ignoran que hay más de 200.000 sitios en español que explican «paso a paso» cómo no fallar en distintas conductas autodestructivas, mientras distintos juegos de «la ballena» -azul, rosa o verde- siguen disparando invitaciones vía Facebook e Instagram a los teléfonos celulares de sus hijos. Sus consignas proponen, en definitiva, optar por la vida (rosa) y la muerte (azul) o burlarse de todo (verde).
«Cualquier adolescente, por la naturaleza de su edad, se va a acercar a lo que más emociones le provoque y sea más riesgoso. Lo mismo que muchas veces lo lleva a consumir drogas o emborracharse, lo seduce para probar este tipo de desafíos que adultos desconocidos les proponen como juegos por las redes sociales», dice Basile.
Durante el último Congreso Argentino de Psiquiatría, que organizó la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) en Mar del Plata, el especialista actualizó las cifras de suicidio adolescente en el país: en 1997 había unos 200 suicidios por año; en el período 2001-2004 esa cifra se duplicó. El año pasado hubo 800 casos. Es la segunda causa de muerte entre los 10 y 19 años, según el informe «Situación de Salud de las y los Adolescentes de la Argentina», que el Ministerio de Salud de la Nación publicó en agosto pasado con Unicef Argentina. Las provincias del norte y la Patagonia muestran las tasas más altas de esta causa de muerte.
Las lesiones, como los traumatismos, las quemaduras y el envenenamiento, además del maltrato físico, sexual o psicológico son la primera causa de muerte y de discapacidad en esta población. Esto se aplica a todo el país, tanto en zonas rurales como urbanas. En 2013 se duplicaron, en promedio, los egresos hospitalarios por lesiones (2,5 veces en los varones y 1,6 veces en las mujeres) entre los 10 y 19 años. Dos de cada tres altas hospitalarias «por causas externas» corresponden a traumatismos.
Las lesiones de tránsito son más comunes entre los 15 y 19 años. Uno de cada cuatro casos es grave. Los daños autoinfligidos, premeditados, como cortes o mutilaciones superficiales, aumentaron un 30% entre 2005 y 2011, cuando hubo 5927 casos notificados. Cifras de 2015 de la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones le atribuyen a esos daños el 24% de los egresos hospitalarios entre los 10 y 19 años.
Con la depresión (casi el 10% dice sentirse solo «siempre» o «casi siempre») y los trastornos por consumo de sustancias, las autolesiones son factores de riesgo de suicidio. Uno de cada tres adolescentes también sufrió una herida grave por algún hecho violento (dos varones por cada mujer), incluidas las peleas entre pares, y uno de cada cuatro fue intimidado o agredido físicamente, con o sin lesiones.
«Si bien en los últimos años disminuyó la proporción de jóvenes que no adoptan normas de seguridad vial como cascos y cinturón de seguridad, una proporción importante (alrededor del 20%) manifiesta no usar casco y el 10% no usa cinturón -se lee en el informe oficial-. Casi el 20% de los varones y el 5% de las mujeres consumen alcohol al conducir, lo que es un factor de riesgo de lesiones en el tránsito.»
Las bebidas energizantes, el alcohol, el tabaco, la marihuana y los psicofármacos sin indicación médica son las sustancias que más se consumen, en ese orden, mientras que se suman en los mayores de 17 la cocaína y los sedantes sin receta.
El embarazo adolescente es otro desafío sobre el que la OMS le llama la atención a los países. En la Argentina, en 2015, nacieron 770.040 bebes: 2787 eran de madres menores de 15 años y 108.912, de adolescentes de entre 15 y 19. «La distribución de la maternidad adolescente en el país tiene una estrecha relación con el nivel de desarrollo, de modo que, a mayor desarrollo, menor fecundidad. El mapa nacional presenta grandes brechas en este sentido», se indica en el informe nacional. Mientras que la ciudad de Buenos Aires tiene los valores más bajos, las provincias del nordeste están en el otro extremo. La densidad poblacional de la provincia de Buenos Aires «aporta el 33% de los nacimientos de madres adolescentes» en el país.