El Comercio /
El momento de tener en brazos a sus hijos no les llega tras nueve meses. En casos de infertilidad, convertirse en madre implica pasar años de un intento fallido o de una pérdida a otra, reponerse y volver a intentarlo. También arriesgar la vida, pues seguir con un embarazo puede mermar más la salud de mujeres con enfermedades preexistentes.
El llanto del bebé de Francisca (nombre protegido), de 35 años, se vuelve parte de la conversación. Nació en febrero de este 2017. Pero ella y su esposo empezaron a buscarlo en noviembre del 2014.
Entonces, un especialista le advirtió que tenía reserva ovárica disminuida . Esto significa bajo número de óvulos disponibles. Le recomendaron hacerse una inseminación artificial. Y probó dos.
Luego le hicieron una fertilización in vitro. Al aspirarle los óvulos le detectaron un problema que daba lugar a óvulos envejecidos. Se fertilizaron 12 y ninguno se implantó.
Francisca y su pareja se sometieron a análisis cromosómicos en el exterior: eran compatibles. En abril del 2016 acudieron a Juana Rivero , experta en reproducción humana . Ella detectó una alteración en los espermatozoides del esposo.
La infertilidad afecta al 15% de parejas, según la Organización Mundial de la Salud. En el 21% de casos, la afección es de la mujer; en el 33%, del hombre. La edad de la madre incide en los problemas para concebir. La ideal, dicen los médicos, es antes de los 35 años.
Para Francisca , el desgaste emocional y psicológico marcó el proceso. «Una pone el cuerpo y sufre cambios por la toma de hormonas, sube de peso, aguanta pinchazos. Se cuestiona por no haber decidido tener hijos antes… Al final, vale la pena», apunta. En los tratamientos -cuenta- invirtieron unos USD 20 000.
Pero algunas madres hacen a un lado el tema económico al asumir que las técnicas de reproducción asistida son su única posibilidad de alumbrar.
«Luego de Dios, usted doctora; me pongo en sus manos». Rivero escucha esas expresiones continuamente en su consulta. Se vuelve psicóloga de mujeres, que le piden ayudarlas como su última opción.
Ella trata de no crearles falsas expectativas, suele darles un margen de posibilidades. No es posible, aclara, si el hombre no tiene espermatozoides.
Si el esposo trabaja en rayos X o en petróleos, los espermatozoides pueden dañarse. Al estar expuestos se les dificulta fecundar. Pero eso cambia si modifican su estilo de vida.
Además, les asesora para optar por un óvulo donado, de una mujer más joven, etc.
Una fertilización con medicamentos cuesta USD 5 000. Una con óvulo donado, 6 500 (incluye pago a la donante). Una inseminación artificial, de USD 500 a 600.
Pese al avance de la ciencia o a la voluntad de la interesada, no todas las historias tienen finales felices. Lo admite Andrés Calle , gíneco-obstetra y coordinador de Docencia en el Hospital Andrade Marín, del Seguro Social.
Dos tipos de enfermedades ponen en riesgo la vida de las mujeres, durante la gestación. Las preexistentes, como cáncer , problemas cardíacos o lupus eritematoso , y las que se desarrollan cuando está embarazada, como preeclampsia.
En Ecuador, las principales causas de muerte materna son las enfermedades preexistentes. En porcentaje alcanzan el 24%de casos. Detrás van las hemorragias obstétricas (20%), trastornos hipertensivos (20%) y complicaciones por aborto no necesariamente clandestino (6%), según el Ministerio de Salud.
María Santos y José Cayachi, de 35 y 40 años, cumplieron cinco años de casados. El 2013 ella se embarazó por primera vez y desarrolló preeclampsia, mal de las gestantes en el que aumenta la presión arterial.
La nena nació de 26 semanas (deben bordear las 40). Vivió un mes. La señora llora al recordarla. Y al contar que en su segundo intento vino al mundo un varón, Íker, a las 28 semanas. Murió a los nueve meses.
María se deprimió, era devota de la Virgen del Cisne, en Loja, así que acudió a ella. Pensó en adoptar. Y, sin planificarlo, se embarazó de nuevo. «Después de Dios, confiamos en el doctor Calle», dice el papá, ya que él les pidió buscarlo apenas ocurra. Lo hicieron y en el hospital del IESS los atendió, les enviaba una medicación específica para cada etapa y así llegó Scarlet Charlotte, en abril, de 36 semanas y media.
«La medicina no es como las matemáticas, quien recibe quimioterapia no ovula con normalidad», anota Calle. No olvida que hace más de tres años, una paciente con cáncer de mama, de 38 años, llegó con un embarazo de nueve semanas. El comité de ética decidió dejarla en libertad de elegir si seguir o abortar. La mujer les contestó que ella prefería salvar a su hijo. No sabe cómo, pero el bebé nació sano.
El segundo domingo de mayo se conmemora el Día de la Madre. En Ecuador hay 3 645 167 madres, según el INEC. En el mundo, cada vez es más común retrasar la maternidad, para luego de los 35 a 40 años. También congelar óvulos, para evitar problemas.