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El ronquido es una vibración que se produce al coger el aire (la fase inspiratoria) en las estructuras nasoorales. Según el tamaño y el espacio que exista para que pase el aire y la debilidad de las estructuras que haya a su alrededor (faringe, lengua, campanilla, paladar) estas vibrarán generando un sonido.
La prevalencia de los ronquidos es mayor en los hombres, sin embargo, las mujeres también comienzan a roncar a partir de la menopausia. Mientras que entre el 30 y el 50 por ciento de ellos ronca (y van aumentando con la edad), un 50 por ciento de las mujeres comienza a hacerlo durante la edad menopáusica. Alex Ferré, especialista en trastornos del sueño, aclara que los niños son los únicos que no deberían roncar nunca, y, si lo hicieran, sería fundamental realizarle un estudio y tratarles.
¿Ruido o enfermedad?
Los ronquidos son un ruido molesto para quien no los sufre pero los tiene que escuchar, pero también pueden ser síntoma de un problema mayor: las apneas del sueño, un colapso de las vías respiratorias que las obstruye durante unos segundos y se reanuda con un soplido o ronquido. Las apneas pueden producirse hasta 30 veces durante una hora de sueño e incluso despertar al paciente con sensación de ahogo. Ferré explica que si los ronquidos vienen acompañados apneas, las consecuencias son mucho más graves e incluso mortales: «Numerosos estudios han demostrado que a largo plazo, aumentan la tensión arterial y el riesgo de sufrir un infarto cerebral y de miocardio e incluso pueden promover el cáncer».
Despertarse con sensación de que falta el aire, con la boca seca o tener alteraciones de la memoria son algunos de los síntomas que enmascaran una apnea.
Soluciones
Mientras que, en el caso de que los ronquidos sean solo ruidos, no se suelen tratar (a menos que se convierta en un problema social o de pareja), las apneas deben solucionarse. El experto explica que el tratamiento de primera línea más común es el Cpap (Presión Positiva de Aire, por sus siglas en inglés), una aparatosa máquina que abre las vías respiratorias mediante una mascarilla conectada a un tubo que envía aire ambiental a presión a la nariz y a la boca.
Otra solución es una cirugía a través de un otorrino o un maxilofacial o también las félulas de avance mandibular, cada vez más populares. «Se colocan una arriba y otra abajo con un tornillo en medio que hacen una protrusión de la mandíbula inferior que abre el espacio anterior y elimina el ronquido de las apneas», detalla Ferré.
En el caso de los ronquidos sin enfermedad, el experto distingue dos tipos de «roncadores»: los obesos y los anatómicos. Los primeros son personas que sufren sobrepeso u obesidad, lo que provoca que se achique el espacio que existe en el interior de la garganta, como consecuencia de la papada que se crea en la zona. En el caso de los anatómicos o delgados, el ronquido se produce porque alguna de sus estructuras óseas o anatómicas están desestructuradas (tener una lengua, un paladar o unas anginas muy grandes, una boca muy pequeña) y hacen la vía respiratoria más pequeña de lo normal.
«La solución más eficaz para los pacientes obesos sería la pérdida de peso, pero es un tema controvertido ya que no todos están dispuestos a hacerlo», aclara el experto.
En el caso de las mujeres, los tejidos internos de la garganta se aflojan y pierden rigidez con la edad (como también les ocurre a los hombres agravando el problema), especialmente en la menopausia, lo que cierra el espacio por el que entra y sale el aire.
El experto también señala que el ronquido es algo postural: «es más conveniente dormir de lado que boca arriba». Si con esto no mejora, habría que recurrir a una cirugía para recortar el paladar o la campanilla. Respecto a los geles y las tiras nasales, apunta Ferré, solo sirven durante una fase del sueño, pero no solucionan el problema.
En el caso de las apneas, recomienda diagnosticarlas lo antes posible, ya que la cirugía o el Cpap podrían acabar con el ruido pero no con la enfermedad.
El médico también aconseja evitar estimulantes como el alcohol o las pastillas como los antipsicóticos que relajan la musculatura de la garganta. Asimismo, fumar irrita estas estructuras generando un edema y ocupa el espacio de las vías respiratorias.
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