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Lanzar tu CV a la red, hacer ‘networking’ real y virtual y comunicar a los cuatro vientos que estás buscando empleo es el primer paso, pero lo que te abrirá las puertas para acceder a un puesto es la entrevista .
“El puesto es suyo” marca el punto final de una entrevista de trabajo . La frase es la culminación de un proceso que ha finalizado con éxito. La redes sociales y las nuevas tecnologías aún no han sustituido el cara a cara entre reclutador y candidato.
Es la prueba de fuego, el momento decisivo que confirma que profesional y empresa encajan como las dos últimas piezas de un puzle. Si importante es tener un buen historial académico, una trayectoria brillante y una carta de presentación excepcional -la creatividad de un videocurrículo ha abierto las puertas del mercado laboral a los más imaginativos-, el cara a cara es insustituible.
El qué, cómo, cuándo y por qué lo cuentas se valora más que todo lo anterior. Aunque los expertos en selección destacan la objetividad como una de las virtudes intrínsecas a su puesto, reconocen que la empatía con la persona que tienen en frente es decisiva… para bien y para mal, porque no siempre se acierta. Por todas estas razones y porque la honestidad -con el beneficio de la duda- se presume en todos los candidatos, estas pistas te ayudarán a salir airoso de la fatídica entrevista laboral.
Puntualidad. Cíñete escrupulosamente a la hora de la cita. Llegar excesivamente pronto no da buena imagen, pero siempre es mejor que llegar tarde. Para evitar que un contratiempo inesperado te juegue una mala pasada, confirma las coordenadas exactas del lugar de la entrevista -dirección, edificio, piso…- y el procedimiento para acceder a las instalaciones. Pregunta sobre cómo llegar y, si tienes que ir en coche, asegúrate de que es fácil aparcar. Solicitar una plaza de párking en primera instancia puede que no resulte adecuado, tiempo habrá de negociarlo cuando el puesto sea tuyo.
Llegada. Aunque no es lo habitual, no descartes que hayas sido convocado a la vez que otros candidatos. Coincidirás con ellos en la sala de espera. Evita dar muchas pistas sobre tu candidatura, cuándo te llamaron y en qué fase de la selección te encuentras, pero desde la cordialidad. Puede que alguno de ellos sea tu futuro compañero de trabajo y no conviene hacerse enemigos ni generar prejuicios innecesarios. Hablar en exceso o no abrir la boca te puede perjudicar por igual. Muéstrate afable.
Saludo. Un apretón de manos es más que suficiente en las presentaciones. Si te sudan las manos no te angusties, le pasa a mucha gente y no se suele tener en cuenta. Al contrario de lo que se piensa, denota que somos humanos y que ciertas situaciones estresan. Si en la conversación demuestras seguridad, aplomo y tranquilidad, pronto empatizarás con el entrevistador y ese apretón de manos será historia.
Saber estar. No dejes que los nervios se apoderen de ti. El entrevistador te conoce más que tu él. Seguro que tú has buscado referencias de la empresa y de la persona con la que te vas a encontrar, pero el reclutador, además, ha leído tu historial, ha buceado en las redes sociales y, según el puesto al que aspires, ten la certeza de que ha solicitado más de una referencia para comprobar tu formación, experiencia y habilidades. Tienes la oportunidad de demostrar que eres comunicativo y posees don de gentes, dos capacidades de las que todos los candidatos presumen en su currículo y que sólo unos pocos poseen.
Orden y estructura. Si das con un reclutador experto, lo más probable es que opte por llevar cierto orden en las cuestiones. Tampoco está de más que lleves preparadas las respuestas a las preguntas típicas para valorar tu experiencia profesional o comprobar que la formación que esgrimes en tu historial es la correcta. Si presumes de que dominas el inglés o cualquier otra lengua, no descartes que te hagan varias preguntas en los idiomas que ‘controlas’. Recuerde que quien manda en este cara a cara es el entrevistador. Él decide qué y cómo preguntar cuándo termina la entrevista. En tu mano está responder deforma precisa y tratar de llevar la conversación a tu terreno sin que se note demasiado. Ser políticamente persuasivo es la clave.
Presente y futuro. El hoy y el futuro debe prevalecer. El pasado no existe más que como referencia. Es probable que te pregunten por tu experiencia, pero trata de darle la vuelta, de tomarlo como punto de partida para demostrar que ahora estás preparado y ése es el punto de partida para un futuro profesional que acometes con muchas ganas.
Diez preguntas que pueden sacarte de tus casillas.
¿Qué significa para ti el trabajo? No fuerces la respuesta. Piensa en términos profesionales, un trabajo es un medio para tu desarrollo. Destaca un logro profesional. Menciona aquello que te hizo sentir mejor. El entusiasmo fluirá solo y aumentará tu empatía con el entrevistador.
Cuéntame lo último que hayas aprendido. En términos laborales y personales. Si algo que leíste te ayudó a ser mejor persona, menciónalo.
¿Qué puedes aportar a la empresa frente a otro candidato? Aprovecha para mencionar tus aficiones y tus inquietudes profesionales.
¿Por qué quieres trabajar en esta empresa?
Si lo que más te gusta es la marca, la ubicación o la gente dílo, todo vale si te hace más creíble.
¿Qué situaciones te hacen sentir incómodo? En el caso de que sea esta entrevista, no te cortes en decirlo, el entrevistador lo agradecerá.
¿Cuáles son tus pretensiones económicas? Lleva pensada una cifra, es una de las pocas ocasiones en las que puedes negociar tu sueldo.
¿Cuál fue tu último fracaso y cómo lo superaste? Sin tapujos. Explica qué te pasó y haz hincapié en cómo lo solucionaste y qué aprendiste de ello.
¿Por qué has decidido cambiar de trabajo? Tanto si te han despedido como si te has ido por decisión propia, explica las circunstancias que te han llevado a esa situación.
¿Cuál es tu jefe ideal? Procura huir de los tópicos. Sólo piensa en un jefe que posea las virtudes de tu mejor profesor, aquel que nunca olvidarás.
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