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Una persona con VIH que sigue correctamente el tratamiento y fuma tiene una probabilidad mucho mayor de morir por una enfermedad asociada al tabaco que por el virus.
Fumar, no cabe ninguna duda, es el hábito más efectivo para fulminar la salud. Más aún en el caso de aquellas personas cuya esperanza de vida se encuentra condicionada por alguna enfermedad, caso por ejemplo de la infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Y es que en caso de no recibir tratamiento o de no tomarlo de forma adecuada, el VIH puede progresar al temido síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) y acabar provocando la muerte el paciente. Pero incluso así, el tabaco sigue siendo pero que la enfermedad. Y es que como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard(EE.UU.), el tabaco acorta la esperanza de vida de los pacientes con VIH aún más que el propio virus. Un aspecto a tener muy en cuenta dado que la tasa de fumadores entre los afectados por el VIH es más del doble que la de la población general.
Como indica Krishna P. Reddy, director de esta investigación publicada en la revista «The Journal of Infectious Diseases», «ahora que los fármacos específicos para el VIH son tan efectivos contra el virus, necesitamos otras intervenciones adicionales que puedan mejorar y prolongar la vida de la población con VIH. Y en este contexto, el tabaco es especialmente peligroso para estos pacientes, pues se asocia con un alto riesgo de desarrollo de enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedades pulmonares muy graves y otras infecciones».
Nunca es tarde para dejarlo
En el estudio, los autores utilizaron un modelo informático del VIH y de su tratamiento con objeto de elaborar una proyección de la esperanza de vida de los pacientes con la infección en función de su hábito tabáquico.
Los resultados mostraron que, comparado frente al virus, fumar reduce en más del doble la esperanza de vida tanto las mujeres como los varones con VIH que se adhieren correctamente a los tratamientos antirretrovirales. Pero aún hay más; en el caso de los varones con la infección que no reciben un tratamiento correcto, ya sea porque no se adhieren al mismo o porque no pueden costearlo -una situación que, recuerdan los investigadores, aún se produce en Estados Unidos-, la pérdida de años vida asociada al tabaco es similar a la provocada por el propio VIH.
Una persona con VIH que toma su medicación pero que fuma tiene una probabilidad mucho mayor de morir por una enfermedad asociada al tabaco que por el virusKrishna Reddy
Como indica Krishna Reddy, «es bien conocido que fumar es malo para la salud, pero en nuestro trabajo demostramos cómo de malo es. Hemos cuantificado el riesgo, y creemos que al ofrecer estos datos a los pacientes les ayudamos a poner en perspectiva los riesgos que les supone el tabaco. Una persona con VIH que se toma consistentemente su medicación pero que fuma tiene una probabilidad mucho mayor de morir por una enfermedad asociada al tabaco que por el propio virus».
Por ejemplo, un varón y una mujer que iniciaran el tratamiento antirretroviral a la edad de 40 años y que continuaran fumando perderían, respectivamente, 6,7 y 6,3 años de vida frente a aquellos que, en la misma situación, nunca hubieran fumado. Así, y en caso de dejar el tabaco al cumplir los referidos 40 años, recuperarían respectivamente 5,7 y 4,6 años en sus esperanzas de vida.
Como apunta el director del estudio, «hemos observado que incluso las personas que han seguido fumando hasta la edad de 60 años y entonces lo dejan tienen un aumento substancial en su esperanza de vida comparadas con aquellas que continúan fumando. Es decir, nunca es tarde para dejar de fumar».
Objetivo vital
En definitiva, el estudio muestra que si bien debe constituir un objetivo prioritario para todo el mundo, la cesación tabáquica es incluso más importante, cuando no vital, para los pacientes con VIH. Más aún cuando se observa que el 40% de la población estadounidense que ha contraído la infección es fumadora -frente a un 15% de la población general del país.
En palabras de Krishna Reddy, «nuestros hallazgos sugieren que aquellos que nos dedicamos a la atención de la población con VIH deberíamos centrarnos en que nuestros pacientes abandonen el hábito tabáquico. Un objetivo que debe ser contemplado tanto en los programas de cuidado como en las guías de práctica clínica. Asimismo, deben requerirse nuevos estudios para identificar qué estrategias son las más efectivas para lograr que los pacientes VIH dejen de fumar».
Como concluye Keri N. Althoff, de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad John Hopkins en Baltimore (EE.UU.) en un editorial del mismo número de la revista, «este estudio deja claro que si queremos incrementar la cantidad, e incluso la calidad, de los años de vida de los adultos con VIH, entonces debemos priorizar la cesación tabáquica en esta población».
abc