El Observador / El término «Comfort food» surge en 1972 y refiere a la comida familiar y sencilla que habitualmente se hace en casa. Se relaciona con platos económicos, o que en su momento de origen fueron baratos, y fáciles de preparar.
Con el término se busca la revalorización de la comida casera y más natural, que, además de ser sabrosa, proporciona una reacción emocional placentera. Es la «comida refugio».
Un estudio llevado a cabo por el profesor Brian Wansink de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, reveló los resultados de una encuesta realizada a 1004 personas acerca de sus preferencias alimentarias.
Solo el 40% de las personas encuestadas revelaron que sus «comfort food» favoritas fueron de algún modo saludables. Las papas chips encabezaron la lista, mientras que otras comidas de elección incluían bifes de carne, pasta, ensalada y sopas.
El profesor Wansink encontró que la elección del «comfort food» depende de varios factores, siendo uno muy importante el género . Las tres «comfort foods» más elegidas por las mujeres fueron el helado, el chocolate y las galletas, mientras que los hombres eligieron helado, sopa y pizza/pasta. La diferencia de elección es interesante, ya que da una visión de la mente de los hombres y las mujeres y los roles que cumplen en la sociedad. Los hombres prefieren comidas más elaboradas, pues les brindan un sentimiento de contención y cuidado, mientras que las mujeres asocian las mismas comidas con el trabajo y tiempo que implica su preparación.
Otro factor que afectó la elección del «comfort food» fue el humor. Contrariamente a la creencia popular, la necesidad de consumir comidas que generan placer se asocia más a momentos de felicidad y alegría que a momentos de depresión. Aproximadamente un 86% de los encuestados dijeron buscar «comfort foods» en momentos de felicidad, mientras que el 36% restante dijeron hacerlo cuando se sienten deprimidos.
El humor también afecta el tipo de comida elegida. En un estudio, 38 mujeres fueron invitadas a ver una de dos películas, una con final feliz y otra con final dramático. Los resultados de este estudio revelaron que las espectadoras de la película triste comieron un 38% más de pochoclo, en comparación con las espectadoras de la película con final feliz.
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