Que los jóvenes no se alimentan bien no es nuevo. Sólo hace falta ir a los alrededores de las instituciones de educación superior para comprobar este hecho: estudiantes, con una paciencia dudosa debido a los efectos del hambre, haciendo fila para recibir un trozo de pizza inmenso que pagan a 3.800 pesos, o un perro caliente repleto de queso y fosforitos que ronda el mismo precio, o una hamburguesa grasosa, con su pertinente gaseosa, que no supera los 5.000 pesos.
La demanda y la oferta es clara: los jóvenes buscan reducir costos y los establecimientos les brindan una opción que se ajusta a su presupuesto. Y el negocio funciona.
Ahora un estudio realizado en colaboración por la Universidad del Rosario, la Nacional y la Universidad Libre, visibiliza esta realidad y confirma que, en la mayoría de los casos, los universitarios no comen bien por razones económicas.
De acuerdo con la investigación, realizada a jóvenes entre los 18 y los 25 años, ellos son conscientes de qué alimentos son buenos y malos para su salud y qué hábitos alimentarios deberían adquirir para cuidarse. Sin embargo, la carga académica y el alto costo de la oferta que se ofrece en el interior de las universidades provocan que opten por otras opciones más baratas y no tan saludables.
Eso, a pesar de que, y como afirma el estudio, «los estudiantes prefieren la comida de su casa», pero añade que «la disponibilidad de alimentos y de recursos económicos marcan de manera importante los hábitos y elecciones que realizan».
«Aquí en la universidad uno va a comer y siempre hay pizzas y hamburguesas, lo más saludable que hay es pechuga con ensalada, entonces de lo que hay uno medio come cuando puede y el fin de semana es cuando uno se alimenta bien», explicó una de las universitarias encuestadas.
Otra de las conclusiones a las que se llegó es que los jóvenes construyen su dieta a partir de la información que reciben de los medios de comunicación, especialmente de la televisión. Sobre todo las mujeres, que «incluyen o excluyen determinados alimentos dependiendo de lo que recomiendan o rechazan personajes públicos»
Más datos
Andrés Felipe Méndez es un joven que junto a otros amigos de carrera desarrolló ‘Comida en la U’. Esta aplicación que funciona en la Universidad Tadeo, en la Javeriana y en los Andes permite a los universitarios de estas tres instituciones de educación superior de Bogotá pedir domicilios en establecimientos de comida cercanos. Su aplicación movilizó el año pasado 120 millones de pesos, sólo en entre los Andes y la Javeriana.
Las cifras que maneja Méndez añaden más datos que permiten hacerse una radiografía de lo que consumen los universitarios del país. Por ejemplo que «los platos con mayor demanda son la comida ‘chatarra’ en presentación grande», indicó a Semana Educación. También que la demanda de este tipo de comidas es muy alta: sólo entre los Andes y la Javeriana se movilizan 200 domicilios diarios que tienen un costo promedio de 15.000 pesos.
La aplicación también desvela que las mujeres consumen más comida fuera de casa que los hombres, y que, mientras que los «estudiantes más pilos» optan por consumir sus almuerzos dentro de las instalaciones de la universidad, los «menos aplicados» lo hacen en los parques cercanos.