El aire cargado de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global es el mismo que toda la gente respira, por lo que tomar medidas para mantenerlo limpio beneficia al planeta y, por supuesto, a todo el organismo. Por ejemplo, al caminar 30 minutos al día para ir a trabajar o a estudiar, la gente obtiene una mejora cardiovascular, quema calorías y contamina menos la atmósfera al no utilizar el carro.
Como el medio ambiente es uno de los determinantes de salud más importantes, esa reducción en la contaminación mejora la salud y la de quienes respiran un aire de mejor calidad. De acuerdo con el Instituto DKV de la Vida Saludable, la salud está estrechamente relacionada con el medio ambiente. De modo que adoptar sencillos gestos cotidianos hace que las personas ingresen en «un círculo virtuoso» en el que la salud humana y la del planeta se realimentan mutuamente.
Un estilo de vida no saludable, es decir, muy consumista, marcado por dietas ricas en carnes y grasas animales, sedentarismo y alto uso del vehículo privado contamina más el aire, aumenta las emisiones de CO2 generadoras de cambio climático, agota los recursos naturales y produce residuos y sustancias tóxicas. Además, la exposición a un ambiente con tóxicos puede poner en marcha mecanismos causantes de enfermedades.
Las siguientes son recomendaciones del Instituto DKV para adoptar, en el nuevo año, un estilo de vida más amigable con la salud individual y colectiva, y el medioambiente.
Menos carnes y más vegetales
Los fenómenos meteorológicos y el aumento de temperaturas y precipitaciones, atribuidos al cambio climático, propician la aparición de enfermedades cardiovasculares, dengue, paludismo y malnutrición, entre otras.
Una dieta con menos carne y más productos vegetales es una buena receta para reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y seguir una alimentación más saludable. Ahora: es muy importante mantener una dieta equilibrada, que contenga los nutrientes necesarios para el cuerpo, sin caer en excesos.
Si además estos alimentos son de cosecha (temporada) o son productos autóctonos, es decir, que en su cadena de producción y consumo no se requiere tanto transporte ni intermediarios entre los puntos de origen y los de consumo, hay más probabilidades de reducir las emisiones de CO2 y otros gases.
Vaya y vuelva caminando
El tráfico automotor se ha convertido en un problema ambiental, de calidad de vida y de salud; se ha demostrado que cuanto menos contaminado está el aire, mayor es la esperanza de vida de la población urbana.
Por ello, la movilidad peatonal, caminar, es la manera más natural y lógica de conseguir beneficios ambientales y para la salud, cuando las distancias y tiempos necesarios no superen ciertos límites: 3 kilómetros o media hora.
El Instituto DKV recomienda andar como mínimo 30 minutos diarios a paso rápido o vigoroso, cinco días a la semana, aunque lo deseable sería caminar de 40 a 60 minutos diarios.
Aproveche la bicicleta
Ir en bicicleta de forma habitual tiene beneficios para la salud y el medio ambiente parejos a los de caminar. Al utilizar esta forma de transporte se reducen las emisiones de contaminantes del tráfico, responsables de producir o agravar las enfermedades respiratorias y cardiocirculatorias, y de favorecer la diabetes, las alteraciones cognitivas y distintos cánceres.
La bicicleta es el medio de transporte más rápido «puerta a puerta» en distancias de hasta 5 kilómetros, y recorrer con ella unos 200 kilómetros al mes permite ahorrar la emisión de 172 kilogramos mensuales de CO2, que es lo que produciría ese mismo trayecto utilizando el carro.
La idea es intentarlo, siempre y cuando cuente usted con vías óptimas y seguras.
Comparta en lugar de poseer
Las nuevas tecnologías y las redes sociales permiten reinventar las formas de compartir, intercambiar, prestar, alquilar y regalar, contribuyendo a ahorrar los recursos naturales (materias primas y energía) y a ejercer una menor presión sobre el medio y, en consecuencia, a reducir sus impactos sobre la salud.
Hay muchas opciones de «consumo colaborativo» o «economía compartida». Entre ellos están compartir el uso de carros, bicicletas o lavadoras; el trueque o intercambio de productos y servicios a través de internet o participar en grupos de consumidores que acceden a productos de calidad y buen precio, adquiridos directamente del productor o agricultor sin intermediarios.
Aliméntese más ecológicamente
Los contaminantes del ambiente también están dentro del cuerpo; con el tiempo aumenta su presencia en los ecosistemas y la cadena de alimentación a través de lo que respiramos, comemos y bebemos, acumulándose en el organismo y a veces generando enfermedades. Conviene acercarse más a los productos naturales, y alejarse un poco de los procesados.
Aprenda a mirar a lo lejos
Para Ferrán L. Tognetta, director médico de e-Health del Instituto DKV, «somos parte integrante del ecosistema de la naturaleza y nuestras costumbres impactan tanto en nuestra propia salud como en la del planeta». «Si nos habituamos a ‘mirar más lejos’, con los ojos y la imaginación, podemos ver lo que provocamos con nuestras costumbres, consumo, dinero, trabajo y desechos, tanto en nuestra salud como en la del planeta», señala. Recomienda acostumbrarse a ver la lejanía, y plantearse «las diferencias de un paisaje degradado echando la vista atrás. Hay que ver con la imaginación un grifo o un desagüe, y suponer el camino del agua que llega y los desechos que se van; ni la primera aparece limpia por milagro, ni los segundos desaparecen sin más, y en realidad siempre es la misma agua». Según este médico, para cuidar nuestra salud y la de la naturaleza, también es recomendable:
1. Disminuir el uso de plásticos o aluminio en envoltorios desechables de alimentos y favorecer el de materiales más degradables o reutilizables como el papel, cartón o vidrio, ya que «la costumbre de envolverlo todo para ‘protegerse uno mismo’ está generando un nuevo consumo innecesario de materiales contaminantes que perjudican el medio ambiente».
2. Evitar la automedicación y el uso inadecuado de los antibióticos en patologías que no lo requieren (gripa, resfriados y faringitis víricas) para no perjudicarnos con los efectos secundarios del fármaco y evitar la actual promoción en la naturaleza de bacterias y gérmenes, cada vez más agresivos y resistentes al sistema inmunitario y a los tratamientos farmacológicos.
3. Hacer un uso razonado y delimitado en el hogar de los productos de limpieza, jabones, desinfectantes químicos, insecticidas o plaguicidas domésticos, para evitar su contacto inhalado o por la piel, sobre todo si conviven personas alérgicas, embarazadas o niños, ya que la tendencia a «esterilizarlo todo» para mantener la salud está haciendo que se ensucien los hogares y el planeta de sustancias agresivas para la vida.
ÓMAR GONCEBAT Efe Reportajes