Estampas /
Para nadie es un secreto que comer pescado crudo representa un riesgo importante para la salud, especialmente cuando se saltan algunos pasos en la cadena de manipulación, traslado y almacenamiento, asuntos que rara vez usted y yo podemos controlar. Es por ello que al momento de comprar usted debe conocer algunos detalles importantes para llevar a casa el mejor producto posible. Seguramente ha leído o le han contado que los ojos son un buen indicador para evaluar la frescura del pescado y en efecto es muy útil, si esos ojos están hundidos y opacos, evite llevar esa pieza a casa. Ahora bien, si lo que va a comprar está en filetes… ¿qué debe considerar? El pez recién capturado en agua no contaminada tiene olor a mar, así que este será otro buen indicador para reconocer si el pescado que está comprando es fresco. La carne debe ser firme y consistente, esto quiere decir que al presionarla vuelve a su posición original y esta es la segunda estrategia para evaluar la calidad de lo que está comprando. Si por el contrario, usted percibe un ligero olor a amoníaco y la piel permanece hundida, el pescado no está fresco, así que le recomiendo buscar en otro lugar. De acuerdo con la cantidad de grasa almacenada bajo la piel como reserva energética, los pescados se clasifican en blancos: magros con menos de 2,5 % de grasa entre los cuales encuentra al bacalao, el lenguado, el mero y el róbalo. Los semiblancos o rosados: que contienen hasta un 5% de grasa: como el dorado; y los azules con hasta 10% de grasa, aquí incluimos el atún, el boquerón y la sardina. Los peces grasos resisten mejor la congelación ya que contienen menos agua y la grasa se mantiene inalterada con las bajas temperaturas. Sin embargo, esta grasa es susceptible a rancidez oxidativa, un proceso especialmente frecuente en especies ricas en omegas, cuando se mantienen por mucho tiempo sin refrigeración. Además de los microorganismos de las vísceras, los pescados son susceptibles al desarrollo de bacterias en las agallas y en la piel, así como aquellos oportunistas que llegan a través de las manos sucias del manipulador o de los utensilios utilizados. Estos microorganismos son capaces de iniciar una serie de reacciones que causan reacciones alérgicas e intoxicaciones en personas sensibles. Así que tenga en cuenta la limpieza de las piezas que lleva a casa y la locación donde las adquiere. El crecimiento de especies parasitarias es otro de los riesgos más comunes asociados con el consumo de pescado. El anisakis es el más conocido, en especial entre los fanáticos del pescado crudo. La cantidad de parásitos varía en función del lugar de captura y del momento en que se le retiran las vísceras. De este modo, los peces capturados en alta mar que son rápidamente eviscerados, presentan menos parásitos que los capturados en la costa. Existen varios procesos para inactivar las larvas en el pescado que vamos a consumir, evitando así la ingesta de larvas vivas. Una de las formas de eliminarlas es congelar el pescado crudo a una temperatura de -20 C o menos, durante por lo menos 24 horas antes de consumirlo. La otra variante es eliminarlo mediante el calor, cocinando el pescado a una temperatura de entre 60-70 C por lo menos durante 10 minutos. Finalmente, La ciguatera, es el nombre que recibe la intoxicación causada por la ingesta de pescado contaminado por una serie de toxinas que afectan a las conexiones interneuronales y neuromusculares, alterando el sistema nervioso y dañando la estructura de las neuronas. La ciguatoxina no provoca alteraciones en el pescado: no cambia su aspecto, ni su olor, ni su sabor, ni su textura, así que no la podemos detectar utilizando nuestros sentidos. Otra cuestión muy importante es que resiste la congelación y el calentamiento, así que no se destruye introduciendo el pescado en el congelador ni cocinándolo. Tampoco con tratamientos de ahumado, salazón, escabechado o enlatado ni por ácidos como vinagre, limón o el jugo gástrico de nuestro estómago: si el pescado está contaminado, no tenemos forma de saberlo ni de evitar la intoxicación. Lo único que podemos hacer es tomar ciertas medidas para tratar de disminuir el riesgo. En primer lugar evite los pescados muy grandes, así como cocinar y comer las vísceras pues allí se concentra la mayor cantidad de toxinas.