El Observador / Por Jane E. Brody, The New York Times News Service
Hace poco una amiga mía muy delgada me confesó que «no puede estar cerca de la gente gorda». Su reacción es casi instintiva y provoca que evite contacto social o profesional con gente realmente pasada de peso. Aunque no puede señalar con exactitud la causa de su actitud, dice que ha sido así desde que tiene memoria.
Los sentimientos de rechazo quizá no sean evidentes para quienes los sienten; sin embargo, pueden influir sobremanera en el comportamiento de la gente. Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad Duke reveló que «el prejuicio implícito contra el sobrepeso» en niños de 9 a 11 años era tan común como «el prejuicio implícito contra la raza» entre adultos.
La autora principal de la investigación, Asheley C. Skinner, dijo que los prejuicios de los que la gente no está consciente podrían predecir sus comportamientos incluso mejor que el prejuicio explícito. Trazó los orígenes de este comportamiento con respecto al peso de niños pequeños y adolescentes dentro de las familias en las que crecieron, así como en la sociedad en general, lo que potencia los ideales culturales de ultradelgadez y la culpa de la gente por su gordura.
«Es muy común entre los padres comentar sobre sus propios problemas de peso y les dicen a los niños que no deberían comer ciertos alimentos o hacen hincapié en cuánto engordaron», dijo Skinner.
Este tipo de prejuicio está bien documentado, al igual que sus efectos dañinos en las personas. Sin embargo, también puede convertirse en discriminación y un comportamiento socialmente indeseable, que afectan de forma negativa a la gente excesivamente obesa. El prejuicio contra el sobrepeso está muy extendido en la sociedad: se presenta en el trabajo, las escuelas, los medios de comunicación, los hospitales e incluso dentro de las relaciones familiares, con los padres y los maestros, según Scott Kahan, director del Centro Nacional para el Peso y el Bienestar en Washington.
«La obesidad ha sido definida como la forma más reciente de prejuicio socialmente aceptable y las personas con obesidad son consideradas como blancos aceptables», publicó Kahan en un blog de 2015. Dijo que el prejuicio contra el peso «sucede incluso en gente que es de mente abierta o sin prejuicios, incluso en especialistas en obesidad», quienes quizá no se den cuenta de que sus prejuicios «predisponen los comportamientos dañinos y el aumento de peso».
Efectos negativos
Ya sea de forma explícita o implícita, el prejuicio contra la obesidad puede ser contraproducente, al limitar la capacidad de la gente con sobrepeso para perder kilos y mantenerse en forma. Estudios realizados por Rebecca M. Puhl y sus colegas del Centro para Políticas Alimentarias y Obesidad de la Universidad de Connecticut descubrieron que la gente con sobrepeso y obesidad que sufre de prejuicios contra su peso y que logra adelgazar es menos propensa a mantenerse en su peso.
La estigmatización se asocia con atracones más frecuentes y otros «patrones alimentarios incorrectos», según reportó Puhl. «En un estudio de más de 2.400 mujeres con sobrepeso y obesas que pertenecían a una organización para apoyar la pérdida de peso», escribió, «el 79% informó que en repetidas ocasiones la manera de lidiar con el estigma por su peso era comiendo más y el 75% se negaba a seguir la dieta». Además, sufrir el estigma por el peso puede provocar una imagen propia pobre, depresión y estrés, los cuales en algún momento pueden aumentar el riesgo de malos hábitos alimentarios así como dificultades. Riesgo de engordar
Incluso las personas que piensan que solo están pasadas de peso, independientemente de cuánto pesan, pueden estar «en un riesgo mayor de aumento de peso y mayor ingesta como respuesta a las amenazas sociales», escribió Puhl.
Estar pasado de peso es una de tantas razones por la que los niños son víctimas de acoso escolar, un problema que requiere intervención urgente y la prevención tanto en escuelas como en organizaciones de todo tipo, dijo Puhl.
Mientras que la solución ideal para el prejuicio contra el sobrepeso depende en última instancia de la educación tanto de la gente común como de los profesionales de la salud, hoy en día la gente que lucha con problemas de peso no puede esperar a que toda la sociedad cambie para poder ayudarlos a resolver la responsabilidad personal de su peso.
El estigma que lleva al descuido
Cuando el estigma se internaliza disminuye considerablemente las oportunidades de la persona de perder peso a largo plazo, según confirmaron Puhl y sus colegas en una encuesta en línea con 2.702 adultos estadounidenses. Un estudio realizado por Robert A. Carels y sus colegas en la Universidad estatal Bowling Green con 46 adultos con sobrepeso y obesidad que se inscribieron en un programa conductista de pérdida de peso encontró que la estigmatización implícita y explícita estaba relacionada con mayor ingesta de calorías, menos ejercicio y gasto de energía, menor pérdida de peso y mucha más probabilidad de abandonar el programa. «Hay gente muy conocida en la sociedad que hace comentarios sobre la apariencia de las personas de modos muy inapropiados», señaló Puhl en una entrevista. «¿Dónde están las otras voces tachando eso como inaceptable? Ese silencio quiere decir que esto es socialmente aceptable».