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Las mujeres con pareja estable pierden el interés por el sexo con el paso de los años: así lo demostró un estudio psicológico canadiense que además reveló que las hormonas y la edad no son las únicas culpables de la pérdida de deseo. Te contamos un poco más de qué se trata esta afirmación.
Dos sexólogos de la Universidad de Guelph en Canadá evaluaron el deseo y satisfacción sexual en una población de 170 universitarios de ambos géneros con experiencia en relaciones de un mes a nueve años de duración. Así, Sarah Murray y Robin Milhausen, responsables de la investigación concluyeron que, en general, los estudiantes se encontraban satisfechos con su vida sexual y de pareja. Sin embargo, el deseo de las mujeres descendía en un 0,02% en cada medición mensual, mientras que el de los hombres se mantenía siempre estable. ¿A qué respondían estas diferencias? ¿Por qué las mujeres perdían interés a pesar de sentirse felices con sus relaciones sexuales?
Ya es sabido que en las mujeres los niveles de testosterona (responsables de nuestra libido) van descendiendo a medida que pasan los años. Pero este cambio hormonal no es la única causa ni mucho menos la determinante de la disminución del deseo sexual femenino. Tanto Murray y Milhausen, como una gran cantidad de expertos en sexología, aseguran que en la mujer la sexualidad no se reduce a un mero mecanismo biológico. En nosotras los factores psicológicos y ambientales son una base importante donde se sustenta la respuesta sexual y, por lo tanto, se encuentran intrínsecamente relacionados con la disminución del deseo.
¿Cuáles son los otros factores que inciden en nuestro deseo?
La presión social respecto al ideal de belleza femenino es sin duda un aspecto de mucho peso literal y metafóricamente hablando. Y no sólo durante la adolescencia sino, sobre todo, en la década de los 20 pero también pasados los 30. En la investigación canadiense muchas mujeres manifestaron que a medida que pasaba el tiempo comenzaban a sentirse incómodas con la aparición de los primeros signos de edad: arrugas, variaciones en el peso, celulitis… Así, el sentimiento de frustración al creer que nos vamos alejando de lo que la sociedad pide de nosotras (ser siempre jóvenes) puede derivar en problemas de autoestima, miedo y vergüenza a la sexualidad con la pareja y la consecuente inhibición del deseo.
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