El Observador /
¿Cuándo fue la última vez que cocinó en su casa? ¿Qué fue lo que preparó? Si su respuesta es «recientemente» y algo con vegetales, pertenece a una pequeña fracción de la población que se preocupa por su correcta alimentación .
Rosa Curutchet, licenciada en Nutrición y directora del Observatorio de Seguridad Alimentaria y Nutricional del Instituto Nacional de Alimentación, dijo a El Observador que la tendencia hacia una alimentación poco balanceada responde al poco tiempo del que se dispone para cocinar en casa, en parte debido a la mayor inserción laboral de la mujer en los últimos años .
«Hay que volver a enamorarnos de cocinar», dijo Curutchet. «Se dejó de comer guiso, puchero, fideos con tuco, que tienen un mejor perfil nutricional, y se empezó a comer nuggets de pollo, pancho, papas fritas, puré instantáneo, refrescos…».
La licenciada en Nutrición, Valentina Baccino, por su parte, cree que son los mitos alrededor de la alimentación saludable los que se vuelven excusas para consumir productos con bajo valor nutricional. «Comer sano es más caro» y «preparar verduras lleva tiempo», son algunos de los que identifica Baccino.
María Inés Fuentes, también licenciada en Nutrición, cree que la culpa también es de la pérdida del hábito de compartir la mesa. «Se come en el ómnibus, en la calle, caminando», dice Fuentes. Esto lleva a que la comida termine siendo una opción «exprés» (normalmente ultraprocesados), en vez de un plato de comida preparado.
Las especialistas atribuyen el aumento del consumo de ultraprocesados ( ver Alimentos ultraprocesados ) a la publicidad, sobre todo la que está orientada hacia los niños. «Nos hacen creer que son alimentos naturales, están diseñados para ser consumidos sin ningún tipo de preparación, vienen en envases atractivos y pueden ser consumidos en cualquier lugar, de manera que no requiera sentarse ni utilizar cubiertos», señaló Fuentes.
«Los alimentos ultraprocesados suelen ser ricos en grasas saturadas, colesterol, sodio y azúcar, componentes que hacen que un alimento sea más apetecible desde el punto de vista sensorial, además de los aditivos y saborizantes que agrega la industria, lo cual genera adicción y promueve su consumo», agregó Fuentes.
El resultado de este cambio en la alimentación implica un aumento en la incidencia de la obesidad en la población, así como de las condiciones asociadas al sobrepeso, como las enfermedades cardiovasculares, sobre todo en los jóvenes. Según la Guía alimentaria para la población uruguaya del Ministerio de Salud Pública, cuatro de cada diez jóvenes de 15 a 24 años y tres de cada diez adolescentes de 13 a 15 años presentan sobrepeso u obesidad.
Curutchet cree que para generar un cambio en el paradigma de la alimentación de la población, es necesario pensar en pequeños cambios: «Ninguno de nosotros va a hacer una revolución en la alimentación. Si yo tomo todos los días bebidas refrescantes, empiezo a tomar agua un día, después dentro de un tiempo tomo dos días, voy bajando de a poco».
«Cocinar es sano, los abuelos tienen un rol importante en transmitirnos esto, porque las nuevas generaciones son haraganas para la cocina . Hay que, de a poquito, revalorizar nuestra comida y volver a que nuestras casas tengan los olores de la cocina de casa, no de papas fritas», concluyó Curutchet.