El Observador /
El tenis vive una época dorada. El jugador más ganador de la historia está activo, y a sus 35 años goza de extraordinaria salud. Ese es Roger Federer, por supuesto, pero su rival más temible, el que le ha ganado más veces y quien le sigue en la cuenta de torneos mayores ganados, Rafael Nadal, también está en plena forma.
Hay, incluso, otro jugador, cuarto en el cómputo histórico de trofeos de Grand Slam, que también está activo y puede ganarle a los otros dos sin despeinarse. Se llama Novak Djokovic. Entre los tres ganaron 45 de los últimos 56 torneos mayores, incluídos los dos que se disputaron este año, el Australian Open y Roland Garros, ganados por Federer y Nadal, de forma respectiva. Vale decir que tres de los mejores jugadores de tenis de todas los tiempos comparten escenario y por eso ésta es la época de oro.
Los torneos más importantes son cuatro, llamados de Grand Slam. El calendario empieza en enero, con el Abierto de Australia, sigue en junio con Roland Garros y el último es en septiembre, el Abierto de Estados Unidos, que se celebra en Nueva York. Pero la perla de la corona es Wimbledon, que se juega en julio, ahora mismo.
En Australia y Estados Unidos se juega sobre una cancha de cemento, en París la pelota pica sobre la arcilla y en este célebre suburbio de Londres la superficie es césped, por eso es «lawn tennis» en su expresión en inglés. Y el lugar donde se disputa el torneo más antiguo y prestigioso del mundo es el All England Lawn Tennis Club. The championship se empezó a disputar hace hoy 140 años, el 9 de julio de 1877.
El torneo otorga 2.000 puntos de ranking, al igual que los otros tres, pero es especial desde varios puntos de vista. Es el único de los cuatro que tiene una clasificación propia, diferente al ranking de ATP, que es el que vale para el resto de los torneos del mundo. Algún jugador se ha quejado, pero no ha tenido suerte.
También es el único torneo en el que se exige un código de vestimenta, «predominantemente blanco» y quien no lo acate es obligado a cambiarse o será expulsado. Eso vale tanto en los partidos como en los entrenamientos. Los jugadores en Wimbledon se visten de blanco y, aunque pueden tener un bolso de otro color, suelen llevar bolso blanco.
Otra curiosidad de Wimbledon que lo hace único es su público. Todo el mundo sabe que si accede al privilegio de conseguir una entrada para ver tenis en el Club, hay que comportarse de manera ejemplar. El silencio durante los puntos es tal que cuando un jugador comete un error importante se escucha el «ahhhhhh» como en ninguna otra cancha de tenis del planeta. En Wimbledon, además, se festejan los tiros ganadores pero no los errores. Se aplaude a quien venza a un británico como si todos fuéramos ciudadanos del mundo.
El torneo de Wimbledon es responsable de que todavía se juegue sobre césped al tenis. Si no existiera este torneo, haría tiempo ya que todo sería sobre cemento y polvo de ladrillo. El césped es impredecible y se vuelve irregular con el paso de los partidos durante el campeonato. Otra característica única del Championship es que el primer domingo no se juega. Las instalaciones del Club, que se mantienen espléndidas desde hace más de un siglo, se llenan de paseantes y turistas, aficionados al tenis o no, con el torneo a medio jugar, mientras la gente come frutillas con crema, por puro amor a la tradición.
Wimbledon es una de esas costumbres que permanece a pesar de que todo alrededor cambia. Es una celebración que recuerda el antiguo esplendor de la monarquía británica y de un tiempo más sosegado, al menos en los círculos aristocráticos. Es uno de esos lugares a los que vale la pena ir al menos una vez, sin que importe demasiado a dónde pique la pelotita.