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Alrededor de 1.266.000 personas, integrantes de la franja de mayores de 60 años de nuestra población, padecen carencias fundamentales, ya sea en relación con el cuidado de su salud, de su alimentación o bien de su seguridad social. Muchos están ya inactivos y perciben una jubilación mínima o cuentan con empleos precarios; habitan en viviendas de nivel medio o bajo, y sus posibilidades de acceso a una vida mejor se encuentran restringidas por sus escasos ingresos, que en tantísimos casos ni siquiera les permite llegar a fin de mes, quedando a merced de la generosidad familiar o de su suerte.
El 7,4% de la población corresponde a adultos mayores pobres, según mediciones del Indec de marzo pasado en función del nivel de ingresos general, pero que no contempla la canasta alternativa que en rigor les correspondería, por lo cual el número de quienes no llegan a fin de mes es muy superior. El enfoque multidimensional, que contempla las carencias anteriormente mencionadas, triplica ese porcentaje.
Enrique Amadasi, coordinador del estudio encarado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA y la Fundación Navarro Viola sobre las diferentes formas de envejecer y las desiguales oportunidades para lograr una vejez digna, comentó que el 38% del segmento en cuestión afirma que sus ingresos no le alcanzan para vivir.
Surge del estudio, realizado en una veintena de ciudades del país, que la mayoría se ha visto obligada a reducir o eliminar los gastos de atención médica y medicamentos (12,1%) y otros condicionan su alimentación (9%) y se ven afectados por la falta de otros ingresos o ayuda social (8%).
En relación con las prestaciones sanitarias recibidas o aconsejadas a los mayores, el equipo de especialistas de la UCA estimó que uno de cada cuatro estaba insatisfecho con la atención recibida.
Las tasas de envejecimiento, en franco crecimiento desde 1970, hoy se reflejan en que el 15,1% de los habitantes tiene más de 60 años. Para 2050, este segmento será más numeroso que el de niños y adolescentes, por lo cual urge pensar en políticas públicas que atiendan esta realidad. Para Amadasi, el mayor desafío es mejorar la situación económica, que conduce, lógicamente, a la mejora de los demás indicadores.
En la actualidad, el sistema de jubilaciones y pensiones cubre a casi el 100% de los mayores, un esfuerzo que en la mayoría de los casos lejos está de alcanzar para garantizar la calidad de vida que merecen.
Inés Castro Almeyra, de la Fundación Navarro Viola, pone el acento en que hay muchas vejeces y que las necesidades por atender son múltiples y no sólo económicas, ya que los adultos mayores son un grupo altamente vulnerable que no ocupa hoy el lugar que le corresponde en la agenda pública.
LA NACION Opinión Editorial