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Un estudio interdisciplinario elaborado por docentes de la Universidad de la República (Udelar) reveló que el uso de plaguicidas en cultivos al norte del país generó intoxicación aguda a personas expuestas directa o indirectamente a estos productos. De estas, las más afectadas fueron las amas de casa que viven a pocos metros de los invernáculos.
El estudio, al que accedió El Observador, está en vías de publicación y contó con la participación de académicos de la Facultad de Agronomía, la Facultad de Medicina, la Escuela Universitaria de Tecnología Médica, el Hospital Regional de Salto, el Laboratorio Inmunología y la Red Temática de Medio Ambiente (Retema).
Su principal motivación fue la necesidad de obtener datos sobre esta temática ya que existen escasos antecedentes a nivel de campo sobre los impactos de los plaguicidas en la salud humana en el Uruguay, dijeron a El Observador la ingeniera agrónoma y magíster en Ciencias Ambientales, Alexandra Bozzo, y la doctora grado 5 en Toxicología, Mabel Burguer.
Para esta investigación, los docentes tomaron como referencia la zona del litoral norte donde el 79% de la superficie está destinada a la producción de cultivos protegidos, con aproximadamente 400 hectáreas y 380 productores, y donde el tipo de producción implica «un uso intensivo de plaguicidas mediante aplicaciones semanales o bisemanales», sostiene el estudio.
La investigación se realizó en una población de 114 personas expuestas a plaguicidas (manipulaban estos productos, trabajaban en el invernáculo o vivían en el predio) y 100 personas no expuestas. Para esto se tomaron muestras de sangre en tres situaciones: un mes y medio después de la última aplicación de plaguicidas, a las 72 horas del hecho y entre 10 y 15 días después de esa última aplicación.
El estudio reveló «casos de intoxicación aguda» luego de la aplicación de plaguicidas y advirtió que las «personas con mayores niveles de toxicidad fueron las amas de casa que habitan en predios y los trabajadores que trabajan dentro de invernáculos pero que no aplican productos».
La toxicidad se constata si se percibe una disminución en la enzima colinesterasa que se encuentra en la sangre. Según el informe, el 13% de los aplicadores tuvo disminución de 34% en su enzima; el 20% de las mujeres no trabajadoras (esposas de los productores que habitaban en el predio) tuvieron una disminución del 67%; y el 10% de los trabajadores (no aplicadores) tuvo una reducción del 48%. Asimismo, las personas expuestas a los plaguicidas percibieron síntomas como dolores musculares, cefaleas, náuseas y problemas respiratorios, en los ojos, y en la piel a los pocos días de que se aplicaran plaguicidas.
Estos valores superan lo establecido por la ordenanza 145/2009 del Ministerio de Salud Pública (MSP) que considera «significativa» la disminución de la enzima en valores iguales o mayores a un 30% y que en estos casos obliga al retiro inmediato del trabajador. Sin embargo, «ninguna de las personas que estuvieron en esta situación fueron retiradas de la exposición» ya que en ninguno de los predios se realizan controles a pesar de ser obligatorio, agrega el informe.
Según explicó Bozzo, lo que afecta a las amas de casa son los residuos de los plaguicidas que quedan en el ambiente luego de la aplicación y entran en contacto con la población a través del agua, el aire y los alimentos. Asimismo, influye que, tanto las amas de casa como los trabajadores que no aplican productos, no suelen usar equipos de protección.
«Siempre se decía que los más expuestos (a los efectos de los plaguicidas) eran los que aplican el producto. Sin embargo no es tan así, porque a la exposición ambiental estamos todos expuestos», indicó.
El estudio agrega que el 51% de los trabajadores que aplicaron plaguicidas regresaban al invernáculo a las 12 horas posteriores pese a que se debe esperar entre 24 y 48 horas. Algunos, incluso, reingresaban a los 15 minutos, señala el informe. Por otra parte, se señala que «el uso de equipos de protección en esta zona se encuentra muy restringido debido a las altas temperaturas», lo que hace que los trabajadores opten por no usar las máscaras para evitar la sensación de «ahogo» y «falta de aire».
Para los académicos, este panorama refleja «un desconocimiento o desinformación por parte de los trabajadores» que conlleva a un manejo inadecuado de estos productos y que «sin duda sucede en varias zonas del país». En ese sentido, opinaron que la capacitación de todos los actores involucrados es la «primera línea de defensa contra el daño a la salud y la contaminación ambiental».
«Si bien las multas y los controles son fundamentales, lo primordial es educar y capacitar sobre el manejo seguro de plaguicidas para disminuir el riesgo de exposición, tratar de usar productos menos tóxicos y buscar alternativas al uso de plaguicidas», señalaron Bozzo y Burguer.