El Comercio /
Decidió no llorar más. Cuando Anita recibió los exámenes positivos de zika recuerda que sintió temor. Cursaba el sexto mes de su embarazo y poco antes, por la sospecha de sus síntomas , había investigado las posibles malformaciones que el virus puede causar en los bebés .
«Empezó el 13 de marzo como un sarpullido. Nunca tuve fiebre , quizá solo los ojos un poco enrojecidos. Los exámenes fueron negativos a dengue y chikungunya , pero no fue así con el zika «.
La noticia la recibió en un consultorio , donde la esperaban un médico, una infectóloga y un psicólogo. «Me asusté, aunque ya tenía mis sospechas», dice mientras acaricia con ternura su vientre .
Anita tiene 23 años, vive en Guayaquil y espera a su primer hijo. Es niño y sus padres ya eligieron su nombre. Sus planes de control de embarazo cambiaron tras el diagnóstico de zika ; ahora los exámenes y las ecografías son más frecuentes.
En el país, 412 embarazadas han recibido exámenes confirmatorios de zika, según el reporte del Ministerio de Salud Pública (MSP) hasta el pasado 3 de mayo. Todas están bajo vigilancia para detectar posibles complicaciones neurológicas en sus hijos, asociadas al virus transmitido por el mosquito Aedes aegypti . El apoyo médico y psicológico es la base de sus controles a las madres.
Manabí es la provincia más afectada. La directora zonal de Vigilancia de la Salud Pública, Melva Morales, explica que las estadísticas más actualizadas reportan 247 gestantes con diagnóstico de la enfermedad . Y fue allí donde nacieron los primeros niños con microcefalia congénita asociada a zika, como confirmó el MSP a inicios de este mes.
Son dos niños y una niña. Tienen menos de cuatro meses de edad y ya han pasado por continuos exámenes , consultas en hospitales , visitas médicas en casa y tendrán extensas sesiones de terapia física.
Además de la medición de la cabeza al nacer, sus pruebas sanguíneas resultaron positivas a zika. Sin embargo, Morales recalca que aún investigan otras posibles causas como citomegalovirus , rubéola y otros virus relacionados con la microcefalia.
El protocolo de atención, en vigencia desde el 2016, incluye además tomografías, ecografías, exámenes oculares y auditivos, evaluaciones neurológicas y el respaldo psicológico permanente para la familia.
«El tiempo todavía es muy corto para poder evidenciar los efectos neurológicos de la microcefalia, excepto el tamaño pequeño de sus cabezas y los análisis de agudeza auditiva y de fondo de ojo, que son los primeros que se aplican en estos casos», explica Morales.
Debido a la microcefalia, el cerebro no alcanza su desarrollo normal para la edad y sexo del neonato. La infectóloga pediatra Joyce Andrade, del hospital Roberto Gilbert de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, explica que el perímetro regular bordea los 35 centímetros y alcanza los 47 hasta el primer año de vida.
Aparte del aspecto físico, esta malformación abarca dificultades severas. «Podemos tener niños con trastornos de convulsiones , retraso en el desarrollo , problemas de lenguaje, discapacidad motriz e intelectual, con problemas de la visión y audición, según la gravedad de la condición», indica la especialista.
Esto sin contar otras complicaciones como la ausencia del cuerpo calloso (que conecta los dos hemisferios del cerebro), relacionada con el desarrollo intelectual y el movimiento; y las calcificaciones, que pueden generar frecuentes convulsiones .
La Organización Mundial de la Salud las engloba en el síndrome congénito por zika, que hasta el 18 de mayo sumaba 3 188 casos en la región de las Américas. Solo en Brasil hay
2 698 bebés con este síndrome y fue aquí donde se encendieron las alertas por malformaciones vinculadas al virus.
En Manabí, ya han nacido 148 bebés de madres que tuvieron zika. En seis se confirmó la transmisión vertical del virus y de ellos solo tres tienen microcefalia. Pero todos están bajo seguimiento hasta los 18 meses, pues la cabeza puede dejar de crecer después del parto .
Guayas es la segunda provincia con más casos. La zona 8, que incluye los cantones Guayaquil, Durán y Samborondón, suma 120 embarazadas en observación. 26 pequeños ya nacieron y uno de ellos tiene diagnóstico de microcefalia, como indica Franklin Bajaña , director zonal de Vigilancia. El pequeño tiene casi dos meses y recibe chequeos en el pediátrico Francisco de Ycaza Bustamante.
«Las investigaciones indican que si la infección ocurre en el primer trimestre de embarazo el riesgo es mayor. En esta fase se da la formación embriológica; los otros trimestres son solo de crecimiento», dice.
Eso alienta a Anita. Los síntomas de zika aparecieron casi al finalizar el segundo trimestre y desde entonces no descuida las ecografías. La última fue el viernes, al cumplir las 36 semanas de embarazo.
«Estoy un poco inquieta por lo que vaya a pasar. No quiero que le afecte en nada, ni en su audición ni en su visión. Pero a la vez estoy tranquila porque según las ecografías todo está bien», cuenta sonriente.
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