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A 3 mil 475 metros sobre el nivel del mar, el viento pule la cima de un coloso dormido, el volcán Barú . Iremos en ascenso permanente caminando desde el río Caldera, que fluye junto al pueblo de Boquete. Plinio Montenegro nos guía e informa sobre las especies que veremos en los diversos bosques que se hallan en el área protegida. En altitudes por debajo de los mil 800 sobre el nivel del mar caminamos por el bosque tropical húmedo; a medida que seguimos subiendo, el bosque montano presenta una vegetación de gran porte y altura; pero es llegando a la zona del páramo -a partir de los 3 mil sobre el nivel del mar- cuando el cambio de temperatura es muy notorio.
Llegando a la cumbre más alta de Panamá, donde se ven parches de arbustos y plantas pequeñas creciendo en las alturas, sentimos la pureza del aire y la fuerza de los elementos, mientras observamos uno de los cráteres del Barú rodeado de bosque primario de escaso porte. «Son uno de los últimos dominios del puma, y una suerte de ‘fábrica de agua’ gracias a los numerosos árboles existentes en el área protegida», comenta Montenegro. De pronto, se abren las nubes dominantes y, por un instante, logramos ver los océanos Pacífico y Atlántico. La estrecha franja continental del istmo, que hace de puente entre Sudamérica y Norteamérica, es sublime, y nos sentimos «en comunión» con la naturaleza indómita de las tierras altas chiricanas.