El Observador / El ritmo de vida actual inevitablemente enfrenta a hombres y mujeres a situaciones constantes de estrés . Mas el mecanismo que se utiliza para enfrentarlas puede dar lugar a un impacto negativo en la salud. El estrés impacta en el organismo aumentando la frecuencia cardíaca y la presión arterial, disminuyendo la respuesta del sistema inmune y aumentando la respuesta inflamatoria del organismo. Asimismo, en ciertas personas puede dar lugar a un aumento en los niveles de colesterol LDL, o colesterol «malo», y una disminución en los de colesterol HDL, o colesterol «bueno».
Un estudio realizado en la University College of London y publicado en la prestigiosa revista Health Psychology, evaluó 200 individuos sanos y midió su respuesta al estrés. Los resultados mostraron que quienes respondían más intensamente al estrés, tenían tres veces más posibilidades de elevar su nivel de LDL colesterol, respecto a quienes respondían menos intensamente, independientemente del peso, la edad, el sexo y el consumo de alcohol y/o tabaco. Adicionalmente, si la persona reaccionaba con hostilidad, ira, aislamiento, etc, se veía una disminución en sus niveles sanguíneos de colesterol HDL.
La causa por la cual esto sucede no se conoce exactamente. El LDL es una lipoproteína transportadora de colesterol en el torrente sanguíneo. Cuando vive situaciones estresantes, el organismo reacciona aumentando su producción de energía, para afrontar dicho estrés. Genera más glucosa y ácidos grasos y, para adaptarse a esta situación, el hígado responde aumentando la producción de LDL.
Pero estas no son las únicas repercusiones que el estrés tiene en el organismo. También repercute en los hábitos alimentarios y de vida, reduciendo por ejemplo las horas de descanso, empobreciendo las elecciones alimentarias y alterando el orden o la cantidad de comidas diarias.
La recomendación en estos casos es llevar una alimentación lo más sana posible, variada, rica en fibra y baja en grasas. También realizar actividad física de manera regular, dormir de 7 a 8 horas diarias y lograr el mejor manejo posible de las situaciones adversas o estresantes, de modo de optimizar los niveles de presión sanguínea, azúcar y colesterol en sangre y, en consecuencia, mejorar la calidad de vida.
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