El Clarín / En un mundo automático, en una sociedad del «ya», a un click de todo, hemos perdido de vista el proceso como camino. Nos olvidamos de la paciencia como parte de los procesos. Nos olvidamos de los cambios a conciencia. Confundimos el fin con los medios. Y como si fuera poco, todo es descartable: si no sirve lo tiro. La vida se ha convertido en un cuaderno del que arrancamos hojas ante el primer obstáculo.
Tenemos un casamiento el fin de semana y buscamos la dieta de los dos días. Aumentamos de peso en un período corto y queremos YA volver al peso ideal. Nos restringimos una semana preparándonos para la mesa dulce de la próxima fiesta.
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Estos recursos poco adaptativos nos llevan a una pobre calidad de vida. Nos conducen a un desequilibrio permanente en el que una vez más nuestro cuerpo, para defenderse, entra indefectiblemente en estrés , además del conflicto emocional y la fuga de energía que todo esto genera.
Tenemos la suerte de disponer cada vez de más propuestas accesibles a todospara volver a tomar conciencia,para volver a unir el cuerpo y la mente, tales como yoga, artes marciales, meditación, acrobacia, arteterapia , etc. Estas actividades nos muestran cómo respetar y valorar los procesos y cómo desarrollar la paciencia.
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Si bien esto se da en todas las áreas de la vida, cuando lo aplicamos a la alimentación surgen las siguientes reflexiones:
– Lo que buscamos no es bajar de peso. Lo que buscamos en realidad es estar bien, sentirnos cómodos y sanos en nuestro cuerpo. Bajar de peso es un medio, no un fin. Teniendo en cuenta esto, el proceso cobra vida. Recordar como un mantra que lo que queremos es estar bien nos conecta en el momento presente con ese bienestar.
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– Transformar. Tal como lo determina la primera ley de la termodinámica «la energía no se crea ni se destruye, se transforma». Transformar cada cosa nos da la oportunidad de aprovechar cada nuevo minuto como una nueva oportunidad, de utilizar la disconformidad como herramienta de crecimiento. Saber qué es lo que no queremos es como «el hambre del cazador», es la carencia como motor, lo que nos da fuerza para ir por más, lo que nos da la oportunidad de desarrollar herramientas para crear una nueva conducta.
– Conciencia. A nada de lo anterior se puede llegar sin conciencia. Se trata de aprender a estar presentes en el momento. Ni antes ni después. En el preciso momento. Dirigir voluntariamente la atención es lo que nos permite movernos desde un estado de automaticidad que nos domina a un estado de presencia deliberada, en el que elegimos cada respuesta frente a ciertos estímulos, en el que somos dueños de nuestra vida. Un estado en el que externamente nada cambia pero, aun así, todo se vuelve diferente.
*Anna Fedullo es Terapeuta Transpersonal e Instructora de Meditación y Mindfulness. Forma parte del equipo de COMER DESPIERTO .