¿Qué se necesita para ser longevo? Para muchos, el secreto se encuentra en la alimentación.
En una entrevista con medios de comunicación internacionales, la mexicana Leandra Becerra, quien con 127 años reclamó antes de su deceso en marzo de 2015, el título de la mujer más longeva de América Latina, atribuía su vitalidad a su buen apetito y a una dieta en la que no escatimaba los chocolates.
Más al norte, en el estado de Alabama, Estados Unidos, Susannah Mushatt Jones se destaca hoy como la persona más longeva del planeta, según el ranking de individuos supercentenarios del Gerontology Research Group.
Con 116 años, la afroamericana Jones nunca perdió su buen diente y al New York Magazine le contó en diciembre de 2015 que cada mañana desayuna «con gusto» cuatro tiras de tocino, aunque durante el resto del día consume otros bocados más saludables como huevos, cereales, frutas y carnes.
Un artículo escrito por el investigador y autor estadounidense Dan Buettner en la revista National Geographic , desvela algunos de los secretos detrás de una vida longeva.
Bajo el título Secretos de la una vida larga , la publicación de 2005 describe cómo el estilo de vida en las ciudades de Cerdeña (Italia), Okinawa (Japón) y Loma Linda (Estados Unidos) ha calado de manera favorable en la salud y perdurabilidad de sus habitantes.
Ciertamente, la expectativa de vida global ha mejorado notablemente desde la década de 1990. En promedio mundial, las Estadísticas Sanitarias , de la Organización Mundial de la Salud, proyectan que un niño nacido en 2012 podría vivir hasta los 68 años, mientras que una niña nacida en el mismo año, podría vivir hasta los 73 años.
En sus pesquisas, Buettner encontró en las comunidades visitadas que sus habitantes solían ser más longevos que el resto de las estadísticas promedio.
Estos sitios, catalogados en la actualidad bajo el apelativo de «zonas azules», y que además incluye otras regiones como Icaria (Grecia) y la península de Nicoya (Costa Rica), se han convertido actualmente en ejemplos a seguir, por sus prácticas alimentarias que también se acompañan de hábitos saludables como la actividad física, la espiritualidad y niveles bajos de estrés, por ejemplo.
COMER PARA VIVIR
Las investigaciones de Buettner se apoyan en otros estudios que aseguran que la genética incide solo en un 10% de nuestra longevidad. «El 90% restante se respalda en el estilo de vida», dice el autor de media docena de libros sobre la vitalidad.
Así, productos del mar, tés orientales, una dieta mediterránea y evitar vicios como el cigarrillo, por ejemplo, sobresalen como posibles factores que coadyuvan en la supervivencia de estas personas.
La nutricionista istmeña Laura Turner explica que actualmente existen centenares de teorías que buscan encontrarle explicación a la senectud humana. «Algunas se apoyan en la genética y asocian la longevidad con ciertos grupos étnicos. Mientras que otras, por ejemplo, buscan explicación en los radicales libres, como contribuyentes de la oxidación y envejecimiento celular», dice Turner.
En el campo nutricional, la especialista menciona algunos experimentos realizados con animales, que desvelan cómo aquellas dietas con menor volumen calórico prolongaban la vida del animal.
Para Turner, los excesos en la alimentación podrían ser un contribuyente que a la larga, abrevia la vida y que potencialmente podría devengar en un desbalance en la salud.
Aunque no se trata de dejar de comer, Turner recalca la necesidad de hacer de la alimentación «un acto sustentable», asegura.
El Instituto Nacional de Envejecimiento de Estados Unidos recomienda la mancuerna compuesta por la ejercitación y los alimentos saludables, como sostén principal para lograr un envejecimiento saludable, con guías alimentarias que se apuestan por frutos, vegetales y granos.
La dieta mediterránea, que conforma la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco y que se consume en algunas de las «zonas azules» descritas por Buettner, es rica en ácidos grasos saludables, y por consiguiente, asociada con la longevidad, afirma Turner, quien tampoco descarta las ventajas antioxidantes del té que ha beneficiado a las comunidades asiáticas.
Para la especialista alimentaria, empero, el método de cocción también resulta un factor influyente en este proceso. «Son comidas hechas al vapor y con poca cantidad de grasa», dice Turner, recalcando también las porciones pequeñas servidas en los platos.
OPCIONES EN LA CANASTA
En su libro Nuevo estilo de vida , el galeno español Jorge Pamplona asegura que ningún alimento puede proporcionar todos los nutrientes que precisa el organismo. Es por ello que las dietas deben incluir una diversidad de productos.
Con esto concuerda Turner, con la convicción de que en la variedad se encuentra el secreto para transformar la cocina diaria en platos saludables.
Durante su exploración en Okinawa, Buettner se percató de que los alimentos del mar como peces y algas se combinaban con frecuencia con productos terrestres como arroz, vegetales y tofú en los regímenes cotidianos.
Igualmente, los cultivos orgánicos y el consumo de leche y miel en las regiones mediterráneas aportaba antioxidantes y proteínas, necesarias para la vitalidad.
Turner no descarta el consumo de carnes. Sin embargo, recomienda inclinarse por selecciones magras.
En el caso de la carne roja, «el cuarto trasero que comprende la res resulta beneficioso», dice ya que cuenta con menos grasa que otras secciones y recomienda opciones como el filete, el rincón y la pulpa negra.
El puerco liso, igualmente, constituye para la nutricionista una alternativa con menos grasa.
Pescados de carne oscura, como el jurel, la cojinúa y el lenguado, abundan en las costas istmeñas, pero suelen pasar desapercibidas en las compras semanales. Sin embargo, según Turner estos peces tienen un buen perfil de ácidos grasos (omega-3).
Para la especialista, el consumo de frutas y vegetales frescos, resulta vital para la alimentación, ya que además de aportar provechos vitamínicos en el cuerpo, asegura el rendimiento mental de los individuos.