Un beso desata una considerable reacción física y química. Basta señalar que activa una treintena de músculos faciales y en lo que dura se transfieren nueve miligramos de agua, 0,45 de sales minerales, millones de microorganismos… Y se queman 15 calorías en un plazo de tres minutos.
Besarse supone un profundo intercambio de sensaciones y de emociones. Y parece que nunca baste con un beso, lo que se explica porque en ese momento el cerebro produce oxitocina, a la que es adicto. Esta hormona influye en funciones donde se establece un lazo entre dos personas, como el enamoramiento, el orgasmo, el parto y el amamantamiento, y está asociada con la afectividad, la ternura, el tacto cariñoso… Al besar, el cerebro también libera endorfinas, a las que se atribuye que combaten el desánimo y evitan caer en la depresión.
El beso es placer; no en vano, la boca es, de entre todos los órganos erógenos del cuerpo, el que está situado más cerca del cerebro, el centro donde se producen las emociones. Al besarse, las terminaciones nerviosas que se activan implican un área cerebral incluso más amplia que la relacionada con los genitales.
Y aún hay más reacciones en el cuerpo: un estudio de la Universidad de Viena demostró que, cuando una persona funde los labios con su pareja en un beso apasionado, las pulsaciones cardiacas pasan de 60 hasta 130 por minuto, se libera adrenalina y baja la tasa de colesterol. Al intercambiarse bacterias, parece que también se refuerza el sistema inmunitario. De la misma manera, se ha analizado que cuando una madre besa a su bebé absorbe algunos gérmenes del pequeño, pero a la vez contribuye a que aumente la producción de sus defensas.
Así que un beso es saludable. El investigador Arthur Sazbo, de la Universidad Wilfrid Laurier de Ontario (Canadá), constató que entre las parejas que se despiden con un beso por la mañana hay menor absentismo laboral, menos accidentes de tráfico, ganan un 25% más de dinero y su esperanza de vida se alarga cinco años. Una explicación sería que ambos empiezan el día con una actitud más positiva y con más energía vital, lo que repercute en muchos aspectos.
Aunque cuando las personas se besan seguramente lo último que piensan es si es saludable. El significado de este gesto viene de tiempos muy antiguos. Hay estudiosos que remontan el origen de esta costumbre a sociedades prehistóricas, en las que las madres alimentaban a sus bebés dándoles con la boca los alimentos ya masticados. Según otras tesis, el beso es una prolongación de la lactancia. A lo largo de los siglos se le ha dado diferente valor -aunque también algún estudio ha constatado que no es común a todas las culturas-.
Yannick Carré, autor del libro El beso en la boca durante la edad media, explica que en esa época «a partir del beso se podían explicar hasta los cambios que se producían en política, en religión y en el sistema de valores». Su importancia era considerable: tenía el valor de un contrato. Incluso, señor y vasallo sellaban con un beso el juramento de fidelidad mutua.
En la actualidad, el beso tiene un significado más psicológico. «Es una demostración de cariño, de amor, de respeto, de amistad. Con un beso se comunican muchísimas cosas», analizaba Francesca Albini, autora del libro Bacioterapia, en un reportaje en La Vanguardia. «A través del beso los amantes desarrollan una mayor propensión a crear lazos fuertes, lo que incluye el deseo de formar una familia», según Desmond Morris, autor de Innate Behaviour. Es una poderosa herramienta de interacción.
Un estudio de la Universidad de Albany de Nueva York publicado en Evolutionary Psychology apuntaba que tanto para la mujer como para el hombre el primer beso es clave para continuar la relación, como si actuara como un filtro: «Podría haber mecanismos en el subconsciente que detectan alguna incompatibilidad de tipo genético», aventuraban los investigadores. Así, besar sería un poco como hacer una selección natural de la especie porque hacerlo mal puede hacer fracasar una relación incipiente: el 58% de los hombres y el 66% de las mujeres encuestadas en ese trabajo admitieron que después del primer beso pusieron fin a algún romance…
Hombre y mujer ven el beso con matices distintos, no obstante. Ellos besarían esencialmente para ganar los favores sexuales de su pareja. Para ellas, es una manera de valorar el grado de compromiso del hombre en la relación que pueda surgir. Según el estudio estadounidense, las mujeres valoraban aspectos como el aliento, el sabor y hasta la salud de los dientes. En particular, el olfato se potenciaría sobre todo durante la ovulación, indicaba uno de los investigadores, Gordon Gallup. Alain Montadon ya explicaba en el libro El beso: ¿qué se esconde tras este gesto cotidiano? que «el deseo de besar no se produce si no se alcanza un acuerdo con el olfato».
De lo observado, resultaría que las mujeres estarían menos dispuestas a tener relaciones sexuales con alguien que no sabe besar o cuyo beso no responde a sus preferencias sensoriales y emotivas. En cambio, ellos se fijan más en el atractivo del rostro de su pareja, la apariencia de su cuerpo y hasta en su peso. Y más de la mitad de los hombres encuestados afirmó que tendría relaciones sexuales con una mujer sin pasar por el beso. En las mujeres, este porcentaje bajaba al 14%.
Las personas dedican el equivalente a dos semanas de su vida a besos. Pero, para algunos expertos, en las relaciones actuales, este gesto ha perdido importancia de la mano de un menor romanticismo y de que, muchas parejas, como las adolescentes, no dedican el tiempo que se tomaban antes los enamorados para los cortejos previos, los besos, caricias y juegos eróticos, que solían ser pasos previos a una relación sexual. La seducción, como otras facetas de la vida actual, también se hace más deprisa, afirman los sexólogos. Y tampoco es una cuestión exclusiva de los jóvenes, añaden: las parejas de largo recorrido tampoco dedican tanto tiempo ya a arrumacos. Por ello, los expertos defienden recuperar el placer del beso y la importancia del mundo emocional en la relación de pareja, como una manera también de vencer el tedio en las relaciones.
Con todo, para Francesca Albini, por ejemplo, no se puede decir que el beso social, para saludarse, esté en crisis. Se sigue usando, incluso entre hombres.
Decía Jean-Luc Tournier, autor de Pequeña enciclopedia del beso: «No hay acto alguno que permita una implicación voluntaria del ser tan total como el beso». Pues implíquense, besen.
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