La lactancia materna es la mejor forma de alimentar al recién nacido y el niño en su primer año de vida. La leche de madres bien nutridas y en condiciones ambientales favorables para una lactancia exitosa, asegura una adecuada ingesta de nutrientes hasta los seis meses, por lo que se recomienda el amamantamiento en forma exclusiva durante este periodo. A partir del sexto mes, los lactantes están en condiciones de recibir alimentos complementarios, aunque la leche materna sigue siendo la mejor fuente de nutrientes y de defensas hasta bien avanzado el segundo año.
No hay plazo absoluto para indicar el término de la lactancia materna. Esto dependerá de la velocidad del crecimiento del niño y del estado nutricional de la madre. En general, se recomienda reemplazar gradualmente el pecho por fórmulas lácteas alrededor de los doce meses, aun cuando podrá ser en etapas posteriores (hasta los dos o más años de vida) especialmente en los países en vías de desarrollo o en zonas rurales.
Las conductas instintivas con que el niño nace, necesitan ser consolidadas con conductas aprendidas en el post-parto, por lo que se recomienda iniciar la alimentación al pecho inmediatamente después del nacimiento (dentro de las primeras seis horas) y continuar a libre demanda, según necesidad del niño, procurando que sea la dupla madre-hijo la que encuentre el mejor horario, el cual deberá regularizarse, aproximadamente, a los dos meses de edad.
La tendencia mundial es que la mujer regrese a la lactancia materna, siendo muchas las razones y de diversa índole, por los beneficios que otorga tanto a la madre, el niño y la sociedad:
1. Nutrición óptima: La leche materna constituye el alimento más adecuado a las características fisiológicas y metabólicas del recién nacido, adaptándose al estado de desarrollo y maduración. La cantidad, calidad y proporción de sus componentes, le confieren máxima biodisponibilidad, permitiendo un adecuado crecimiento y desarrollo al niño que la recibe en forma exclusiva por seis meses. El lactante no necesitará agua, jugos ni otro tipo de alimento en este periodo. La incorporación precoz de estos alimentos, hace perder parte de las ventajas de la lactancia natural.
La composición de la leche materna cambia con el tiempo, independientemente de la alimentación de la madre. Inicialmente se secreta calostro que contiene mayor cantidad de proteínas, pero menor de azúcares y energía que la leche posterior. Luego se secreta la leche de transición y, posteriormente, la leche madura, alrededor del décimo día.
2. Protección inmunológica: Los niños amamantados tienen menor riesgo de morir por enfermedades infecciosas y una menor incidencia y seriedad de ellas. La leche materna es indispensable para formar un adecuado y eficiente sistema inmunitario (es la primera inmunización del niño) y sentar las bases de una buena salud general para el adulto. La leche materna contiene suficientes anticuerpos (inmunoglobulinas), células vivas y otras moléculas que producen protección local y general contra las infecciones. Hay una serie de mecanismos defensivos en el lactante que dependen de elementos que él recibe sólo a través de la leche materna y así se protege contra microorganismos como bacterias y elementos alergénicos presentes en el medio ambiente. El niño amamantado presenta una menor frecuencia de enfermedades digestivas (diarrea), respiratorias, otitis y alergias.
Por otra parte, también se sabe que la leche materna protege al niño de la enfermedad que pudiera estar sufriendo la madre en determinado momento (inmunidad diatélica). Es así que no hay contraindicación de dar pecho cuando la madre sufre de alguna enfermedad, en especial, si es de tipo respiratoria, siendo el momento en que la madre, con mayor razón, debiera dar de mamar a fin de resguardar al niño.
3. Establecimiento del apego: (relación psicoafectiva entre madre e hijo) Iniciar al amamantamiento inmediatamente después del parto, genera un reconocimiento mutuo entre madre e hijo, produciéndose entre ellos un lazo afectivo o apego. Se establece un vínculo de amor entre ella y su pequeño gracias a la activación de hormonas del amor, como la ocitocina y de endorfinas, opiáceos naturales que dan sensación de tranquilidad a la mujer para seguir alimentando a su hijo. Una lactancia exitosa satisface en la mujer su rol de madre, lo que la motiva a darle mayor afecto y atención a su hijo, quien a su vez se ve favorecido en su desarrollo psicosocial por el hecho de estar en contacto piel a piel con su madre.
4. Desarrollo intelectual y psicosocial: Los niños amamantados son más activos, presentan un mayor desarrollo psicomotor, una mejor capacidad de aprendizaje y menos trastornos del lenguaje que los niños alimentados con fórmulas lácteas. Se ha demostrado que los niños prematuros alimentados con leche materna tienen a los dieciocho años un coeficiente intelectual significativamente mayor en comparación a los que no la recibieron. También se ha comprobado que favorece la agudeza visual a ciertas edades.
5. Espaciamiento de los embarazos: La lactancia materna exclusiva, asociada a amenorrea (interrupción del ciclo menstrual), protege frente a un nuevo embarazo durante los primeros seis meses en un 99% de los casos. Es entonces, además, un método natural de planificación familiar, recomendable inicialmente para espaciar los nacimientos, lo que beneficia a los otros niños al darles autonomía y mayor atención por parte de la madre.
6. Beneficia la salud materna: El amamantamiento contribuye a una adecuada retracción uterina en el post-parto, disminuyendo la perdida de sangre, lo que junto a la amenorrea asociada a la lactancia, protege las reservas maternas de hierro. Existe además, un menor riesgo de cáncer de ovario, de endometrio y mamario, en la premenopausia.
7. Estimula un adecuado desarrollo maxilofacial: Los niños amamantados tienen un mejor desarrollo de los arcos dentales, del paladar y de otras estructuras faciales en comparación a niños alimentados con mamadera, presentando además, menos caries.
8. Ahorro de recursos: La lactancia constituye un importante ahorro de recursos a nivel familiar y de la sociedad, al disminuir la compra de leche de vaca y de fórmulas. También hay ahorro en los servicios de salud en lo que respecta a fórmulas, biberones y personal. Además, como estos niños se enferman menos de infecciones, existe un menor gasto de recursos en hospitalización, medicamentos y atención profesional.
Andrea Torres Lobos es nutricionista titulada de la Universidad de Chile. Si te gustaría enviarle una pregunta, escríbele a . No puede contestar todas las consultas, pero sí leerá tu mensaje y tratará de contestar tus inquietudes en una columna futura.