Salir de una fiesta con sensación de sordera o llegar de trabajar con un timbre perenne en el oído son señales de cuidado. Un trauma acústico es una de las principales causas de alteraciones en la audición: no solo es el motivo más recurrente de la pérdida de percepción de ciertas frecuencias, sino incluso de la audición. Es una lesión inducida por el ruido que afecta los mecanismos del oído interno, sobre todo por exposición ocupacional. Un trauma acústico agudo es la consecuencia de un evento puntual que acarrea la lesión, como una explosión o detonación a corta distancia del oído. También puede deberse a una exposición prolongada a sonidos muy fuertes durante un concierto o un día de trabajo en una construcción, por ejemplo.
«Una persona que esté expuesta a un ruido sumamente intenso, incluso por unos segundos, puede presentar un daño importante», explica la otorrinolaringóloga Luz Ramírez, del Instituto Clínico La Florida. Un trauma acústico agudo como el que deriva de un concierto estruendoso, por ejemplo, puede producir síntomas que desaparecen al cabo de varios días o también es capaz de acarrear un daño más grave y permanente, con la pérdida de la audición para frecuencias altas o tonos agudos o incluso con la instalación de un pito o tinnitus que resulta muy molesto.
La experta señala que, a su vez, existe un tipo de trauma acústico que es crónico y acumulativo. Es el que deriva del exceso recurrente y prolongado de ruido por semanas, meses o años. «La exposición continua produce degeneración de las células del órgano de Corti, que son los ‘pelitos’ que recubren esa zona del oído interno y que nos ayudan a captar los sonidos: por eso no es raro que el personal de plantas industriales, obreros de la construcción, la metalurgia y los ferrocarriles, músicos, personal de aeropuertos, pilotos y afines presenten este tipo de problemas, porque ese mecanismo se tiende a ir deteriorando con el tiempo con un tipo de daño que no es reversible», acota. «Este trastorno pudiera verse en autobuseros que transitan a diario con música a todo volumen, o incluso en trabajadores de call centers que pasan el día con un auricular en el oído a una intensidad mal regulada».
Daño previsible
El riesgo de la pérdida de la audición inducida por el ruido depende tanto de la intensidad como de la duración de la exposición: una explosión fuerte con niveles superiores a 130 o 140 decibeles puede incidir en una pérdida inmediata. También es posible que este daño ocurra por una exposición recurrente a sonidos mayores a los 85 decibeles. «Los 80 u 85 decibeles son el límite de lo que se considera tolerable, entre comillas. Cuando la intensidad aumenta, decrece la cantidad de tiempo durante la cual la exposición a ese ruido se considera segura», dice Ramírez. Como resultado, alguien que se expone a música de más de 85 decibeles durante varias horas al día puede estar igualmente en riesgo que alguien que use un martillo hidráulico por escasos minutos.
No necesariamente la pérdida es simétrica o equivalente en ambos oídos. Una persona que escucha a mínima distancia un disparo tiende a presentar más secuelas en el lado de la cabeza que estuvo más cercano a la detonación. «Los policías tienden a verse más afectados del oído derecho porque esa es la mano con la que suelen disparar», ejemplifica la especialista. El tinnitus o sensación de pito (bien puede durar poco y desaparecer o convertirse en una percepción continua de alta intensidad, a modo de un zumbido o timbre persistente) puede causar ansiedad, depresión o cambios de ánimo, así como enmascarar o solapar la percepción natural de los sonidos ambientales y afectar el sueño y la concentración.
¿Cómo se trata? «En realidad no hay un tratamiento específico. En algunos casos se prescriben medicamentos vasodilatadores para mejorar la irrigación y se recomienda evitar agentes vasoconstrictores como la cafeína o la nicotina que pudieran acentuar el tinnitus. También pudieran recetarse ansiolíticos si la persona se siente muy nerviosa por las consecuencias de ese trauma, pero cuando se instala ese pito residual, no es mucho lo que se puede hacer para eliminarlo», dice Ramírez.
A nivel estructural, el daño ya está hecho, sea leve o grave. «Todos debemos cuidarnos de un trauma acústico, pero esa persona debe protegerse aún más para no seguir deteriorando sus oídos. Lo bueno es que es algo que se puede evitar en la mayoría de los casos con medidas de seguridad», acota. «La prevención es fundamental».
Los síntomas
? Tinnitus o percepción de pito agudo.
? Audición reducida de ciertos tonos o sonidos.
? Sensación de llenura o «bola de algodón» dentro del oído.
? Dolor de oído, mareos o vértigo.
¿Cómo protegerse?
? Procure no situarse cerca de fuentes de sonidos intensos como amplificadores, polígonos de tiro o maquinaria pesada de altos decibeles. De ser inevitable, use audífonos o tapones protectores.
? Evite ambientes de trabajo -tiendas, sitios nocturnos, fábricas, pistas de aterrizaje, ambientes de construcción- con música o sonidos a un volumen incómodo sin la debida protección extra o intrauricular.
? Escuche música al menor volumen posible. Antes de reproducir videos o canciones, calibre primero el sonido de los dispositivos cuando utilice audífonos, sobre todo si son tipo tapón.
? Si es ineludible permanecer en un lugar con música alta o mucho ruido, contemple pausas de descanso auditivo y salga del lugar por un rato. Reducir la duración ayuda.
Juventud en riesgo
La otorrinolaringóloga Luz Ramírez ve con preocupación la alta exposición al ruido que algunas personas llevan a diario con el empleo de dispositivos a alto volumen. «En el Metro se ve mucho: muchachos que llevan sus audífonos puestos con el celular o el reproductor de MP3 con música que se escucha aun a varios metros de distancia», ilustra. «Quizás en una sola ocasión no pase mayor cosa, pero si es una costumbre permanente que ocurre a la ida y a la vuelta, por media hora en cada viaje y todos los días, es previsible que ese individuo a mediano o largo plazo pueda presentar una pérdida de la audición porque se trata de una agresión recurrente».