¡Qué bien venden su dieta los japoneses! (pienso a menudo)… Desde el té verde a las setas o la sopa miso… Los japoneses asocian sus productos a largas listas de propiedades saludables.
¿Por qué nos inspiran tanta fe? Puede que sea, entre otras razones, por la idea de que, en Oriente, conservan secretos desconocidos por la medicina occidental y que podrían evitarnos el consumo de muchos medicamentos de síntesis, a la vez que sus efectos secundarios.
Verdad es que muchos productos de la dieta japonesa han demostrado sus beneficios en numerosos estudios científicos, pero no es menos verdad que podrían aplicarse con el mismo rigor a productos de nuestro país que, sin embargo, desdeñamos.
Un caso flagrante de oscurantismo es el de las hojas del olivo. De propiedades “divinas” para los antiguos egipcios, que las usaban para las momificaciones, y utilizadas en Marruecos para controlar los niveles de azúcar, por fin parece que los científicos empiezan a caerse de sus altas ramas y a valorar las hojas de olivo por lo que son: un potentísimo chute de antioxidantes (¡cuarenta veces más que el propio aceite de oliva virgen extra!), tan rebosante de propiedades que, se me ocurre, podríamos exportar a países donde los olivos resultan tan exóticos como aquí la planta del té.
Quizá lo veamos pronto, ahora que algunos estudios con animales señalan que el café enriquecido con extracto de hojas de olivo puede ayudar a combatir la obesidad y hasta revertir efectos perniciosos de la obesidad en la salud. El secreto de muchos de esos beneficios está en la oleuropeína, sustancia amarga de efectos antiinflamatorios que protege el olivo frente a ataques de insectos, bacterias y otras amenazas.
Con el doble de capacidad antioxidante que el propio té verde, las hojas de olivo son uno de los supernutrientes que más atención despiertan entre los científicos… y entre muchas empresas dispuestas a explotar su potencial comercial. Además de su capacidad para el control del peso, ya habían demostrado propiedades antimicrobianas, antitumorales, antihipertensivas, antitrombóticas, inmunitarias y hasta antienvejecimiento.
En resumen, que la actividad de nuestras humildes hojas de olivo supera las del té verde. Eso sí, tienen que ser de olivos de cultivo ecológico y las hojas deben ser frescas o bien secadas mientras estén frescas. Como muestra, ya se venden en Europa “infusiones de hojas de olivo orgánicas” con promesas para la salud cardiovascular. ¿A qué esperamos en el país con más olivos del mundo?