Tres historias de docentes transexuales

El Observador /

Alejandra Spinetti jamás olvidará la primera vez que entró a un salón de clase en el Instituto de Profesores Artigas (IPA). Era el primer día de la carrera del profesorado de literatura y Uruguay estaba dando -una vez más- sus primeros pasos en democracia. Hacía algunos meses que Spinetti había abandonado la carrera de Derecho. Fue La Hojarasca , una de las novelas más populares de Gabriel García Márquez, lo que la impulsó a buscar su camino en la educación.

Aquel día, antes de ir a clase, se vistió con un pantalón beige, su favorito, y una blusa verde con un estampado audaz. También se aplicó un maquillaje ligero: base, rímel y brillo de labios. Pero el entusiasmo y la osadía del primer día le duraron poco. Apenas entró al salón de clase su profesor la detuvo en seco. «Así a Bulevar Artigas, acá no», le dijo.

Así, Spinetti, una mujer trans, se daba cuenta de que para poder estudiar y avanzar en su carrera profesional debía «disfrazarse de varón». «Para algunas personas hoy, eso es símbolo de cobardía. Para mí fue un proceso doloroso pero sabía que el objetivo estaba más allá, que algún día iba a ir expresando mi género a dar clase y hoy lo estoy haciendo», explicó quien ahora es docente de literatura en el liceo n° 58 de Montevideo y preside la división de folclore de la Escuela Nacional de Danza.

docente trans.jpg F. Macchi Según datos del Ministerio de Educación y Cultura (Mides) , extraídos de un censo de 2016, en Uruguay viven 853 personas transexuales; 90% son mujeres.

El 67% de los encuestados realizaron trabajo sexual para generar ingresos. Son solo algunas las trans que logran escapar del infierno de la prostitución callejera. Y son aún menos las que ejercen la docencia, como Spinetti.

Ni en Secundaria ni en UTU existen datos sobre la cantidad de docentes trans trabajando formalmente en la educación, según informaron a El Observador la directora general del Consejo de Educación Secundaria, Celsa Puente , y la secretaria docente de UTU, Marina Calandria.

Sin embargo, existen.

«En el ambiente educativo jamás mostré nada. Solo en estos últimos tres años es que me atrevo a exteriorizar un montón de cosas. Siempre cuidé las apariencias por miedo al despido y la descalificación». Cecilia Estévez, docente de eléctrica en UTU.

Como Spinetti, también están dando clase Cecilia Estévez -eléctrica en UTU- y Michelle González -historia en el liceo n°2 de Florida-.

¿Cómo es enfrentarse, desde la transexualidad, a un aula repleta de alumnos?, ¿cómo es el vínculo con los padres y los colegas?, ¿por qué no existen más docentes como ellas?

El vínculo con los alumnos docente trans.jpg F. Macchi Cecilia Estévez se siente mujer desde niña, pero nunca encontró la seguridad suficiente como para expresarlo públicamente. Durante cuarenta años fue César. Primero por reprimenda de su familia: «Me acomodó papá con su cinturón», recordó. Luego, porque se enamoró de una mujer con la que se casó y tuvo hijos. Al final no encontró más excusas.

Estévez siente que vivió en una «dualidad» toda su vida. «¿Por qué no podía vivir sintiéndome varón si había nacido varón y por qué no podía vivir como mujer que era lo que me gustaba? Entre esas fluctuaciones estuve siempre», dijo. Durante 40 años, su identidad de género fue el secreto «más guardado, más preciado y más estúpido».