Industrias culturales: cómo los lectores jóvenes pueden salvar el negocio del libro

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Los libros que leemos en la infancia son difíciles de olvidar. Son los primeros relatos que el mundo nos cuenta acerca del amor y el desamor, el bien y el mal, la tristeza y la dicha. ¿Qué sucede en Argentina con los libros infantiles y juveniles? Este segmento de literatura que abarca hasta los 18 años parece comportarse como el niño mimado del mercado editorial nacional, que no goza de buena salud por la caída en las ventas y los altos costos de producción registrados en el último año. Por el contrario, el segmento de libros dedicados a los niños y jóvenes mantiene un crecimiento desde hace cinco años que ronda el 15%. Además, los dos títulos más vendidos de todo el mercado argentino durante 2016 corresponden a este segmento.

El mercado privado del libro en la Argentina está valuado en $ 8000 millones anuales, equivalentes a 38,7 millones de ejemplares vendidos durante 2016. Estas cifras representan una caída total de ventas de libros del 25% en ejemplares respecto del año anterior. Los datos corresponden al Libro Blanco, un informe anual que refleja la situación actual de la industria editorial, elaborado por un equipo formado por editores de la Cámara Argentina de Publicaciones y la consultora Promage. Entre los principales motivos de esta merma figuran la caída de ventas al sector público (en 2016 no hubo compras de literatura infantil para aulas y bibliotecas, a diferencia de lo sucedido durante la última década) y una coyuntura marcada por «la caída en la producción y una dificultad de desarrollo en los mercados externos por los altos costos de impresión del libro argentino» (el peso del IVA en toda la cadena de producción y comercialización del libro se suma a una competencia cada vez más fuerte por parte de los grandes grupos globales, que lleva a muchas editoriales a imprimir en China o Corea).

El último año se registraron 146 casos de «editores emergentes» (de un total de 391 casas editoriales en actividad) que, si bien por ahora sólo aportan un 7,5% de los títulos comerciales, le dan al sector una gran creatividad, diversidad y potencial de desarrollo futuro. Además, la carrera de Edición de la UBA registra alrededor de 1000 alumnos activos, una cifra mayor a la de cualquier programa de enseñanza de edición del mundo entero.

No todo son malas noticias para la industria editorial. La literatura infantil y juvenil, abreviada como LIJ, parece contradecir la tendencia negativa. Según indica Fernando Zambra, director de la consultora Promage, en 2016 se vendieron 9,5 millones de libros de LIJ, valuados en un total de $ 1100 millones. Estas cifras indican que, más allá de los vaivenes que afectan al sector editorial, el segmento mantiene un crecimiento constante y nada despreciable cercano al 15% desde 2012.

Uno de los datos llamativos que obligan a poner el foco en el segmento de la literatura dedicada a los lectores más jóvenes es el hecho de que los dos títulos más vendidos durante el año pasado fueran Harry Potter y el legado maldito , de J. K. Rowling, Jack Thorne y John Tiffany (lanzado en Argentina en septiembre de 2016) y #chupaelperro , del YouTuber chileno Germán Garmendia. «Esto marca un fenómeno», opina Zambra. «Es un mensaje muy fuerte que los dos libros más vendidos estén dedicados al público juvenil, que va de los 13 a los 18 años». Según el análisis de Promage, en lo que va de 2017 la mitad de las ventas de literatura juvenil corresponde a títulos de literatura fantástica o ciencia ficción, particularmente sagas».

Según Ana María Cabanellas, socia gerenta del Grupo Claridad (que engloba a la editorial infantil unaLuna), las sagas más populares «son las que relacionan sus contenidos con el mundo del cine, como las de vampiros, reyes o reinas que tienen súper poderes o son asesinos, así como las sagas de temas lunares, futuristas, fantásticos o de ciencia ficción.

¿Cómo pueden competir las historias locales frente a fenómenos como Harry Potter? Para Martín Sancia, autor de Todas las sombras son mías (que obtuvo este año el Premio Sigmar de LIJ), «el desafío que tenemos los autores locales es brindarle a los lectores historias surgidas de intereses y preocupaciones genuinas. No me interesa la adaptación. Escribir un Harry Potter que suceda en Barrio Sarmiento -barrio de crianza del autor dará como resultado un pastiche insoportable. En cambio, ubicar en Barrio Sarmiento historias con un imaginario propio es otra cosa».

La importancia de la literatura infantil y juvenil dentro del mercado argentino es también destacada por la Cámara Argentina del Libro en su informe de2016, que indica que la LIJ es la principal temática editada por el sector editorial, con el 23% de la torta, seguida por la literatura (19%) y las ciencias sociales (12%).

La existencia de ferias de libros dedicadas al público infantil marca una diferencia crucial respecto de las generaciones que crecieron, por ejemplo, en los años 80. Por ese entonces, la literatura infantil y juvenil estaba limitada a unos pocos autores de alto reconocimiento como María Elena Walsh o Elsa Bornemann, y las ediciones distaban mucho del atractivo visual del que gozan ahora, a excepción de los lúdicos Musicuentos de Viscontea (libros musicalizados en vinilo) que se hicieron populares por ese entonces, o de aquella colección de aventuras Elige tu propia aventura , de Editorial Atlántida.

Los tiempos cambiaron y así lo hicieron las historias y los formatos, que ahora sorprenden con una abrumadora variedad de texturas, pop-ups y todo tipo de tamaños, colores y materiales. Así lo indica Silvia Portorrico, directora editorial de Sigmar: «Hoy, un autor de literatura para chicos no teme enfrentar problemáticas que antes era impensado que aparecieran en los libros destinados al público infantil. Cada vez más la literatura para chicos se considera literatura, otorgándole valor a la palabra, al conflicto, al cuidado de la estética por encima de la enseñanza, por lo que temas que antes estaban reservados al mundo adulto ahora conviven muy bien en los libros para niños».

En la producción de libros infantiles, la ilustración fue tomando cada vez más protagonismo. Según Raquel Franco, directora de Pequeño Editor, «hoy equivale al 50% del desarrollo de una obra, y existen libros en los cuales la ilustración es incluso el eje del trabajo metafórico».

Tal vez el formato de libro que mayor novedad representa en el mercado actual infantil y juvenil respecto de generaciones pasadas sea el llamado libro álbum, en donde el dibujo y el texto se enlazan y complementan para cobrar sentido. Sobre ellos habla Marcelo López, conocido en el barrio de Boedo por su dedicación al negocio de los libros por más de una década en la librería El gato escaldado. Al entrar en el local, uno se topa con una mesa alta dedicada especialmente a este tipo de títulos. «El libro álbum ganó relevancia en el mercado local durante la última década. Son libros de una gran riqueza expresiva, emparentados con la novela gráfica», explica.

En un país atravesado por la literatura, cuna de grandes autores y profusos lectores, nuevas editoriales con propuestas de contenidos innovadores emergen, otros relatos se hacen oír desde las páginas de las nuevas colecciones y los clásicos se reeditan con formatos cada vez más llamativos y seductores. Los libros que combinan texto con ilustraciones ganan terreno en las mesas de las librerías. Se trata de una industria viva y pujante, con actores que apuestan a la lectura en las primeras etapas de la vida como el germen capaz de cambiar una generación e invitarla a repensar el mundo en el que vivimos.

15% Sin techo

Es el crecimiento que acumula el segmento de la literatura infantil y juvenil en el mercado localen los últimos cinco años

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