Opioides: el nuevo enemigo

El Observador /

Dos padres caen en un campo de béisbol de West Virginia en el que sus niños de 13 años juegan con sus amigos. Librerías en Filadelfia hacen acopio de suministros para prevenir sobredosis, debido a la cantidad de casos que se producen dentro de ese edificio público.

Personas entran y salen de programas de desintoxicación en Massachusets, mientras fotos de bebés y niños en los asientos traseros de autos, con sus padres desmayados por el consumo, levantan clicks e indignación al estilo Facebook.

Paramédicos repiensan la forma de gestionar el brutal aumento en llamados de emergencia en casi todos los estados del país, por sobredosis.

En Estados Unidos lo alarmante no son los ejemplos aislados, sino lo que demuestran los números y su tendencia al alza: entre 1999 y 2015 se cuadriplicaron los casos de sobredosis reportadas por el uso de opioides, con una tasa de 91 personas muertas por día por esta causa, según el Centro de Prevención y Control de Enfermedades de Estados Unidos.

Solo en 2015 hubo unas 52.000 muertas relacionas a opioides. El año pasado la cifra trepó a 59.000.

En algunas zonas la situación rompe los ojos; semanas atrás la publicación Quartz reportó que hay zonas del estado de Ohio cuyas morgues no dan abasto.

Las sobredosis por uso de opioides son ahora la causa número uno de muertes en este país en personas menores de 50 años, según The New York Times , y su perspectiva de crecimiento ya supera a otras crisis como el brote de Sida en 1995 o las muertes por armas de fuego en 1993.

Pero las manifestaciones de esta crisis superan a los números; CNN cita un estudio de la consultora Goldman Sachs que asegura que una de las repercusiones más importantes se produce en el mercado de trabajo.

«El uso de opioides es uno de los principales factores por el que personas en edad apta para trabajar no consiguen empleo», asegura ese medio.

El artículo también explica que son los refugiados quienes están llenando en muchos casos esas vacantes que provoca esta crisis sanitaria.

Esta es probablemente una de las grandes paradojas de la época, si se piensa en la postura histórica de los gobiernos de Estados Unidos en las últimas décadas -llevada a otro nivel por la actual administración Trump, al menos en la declaración de intenciones- respecto de la inmigración.

Pero la falta de recursos para tratar todas las demandas de atención está incluso minando el proyecto del presidente de remover el Affordable Care Act -más conocido como Obamacare, el proyecto de salud social del expresidente Barack Obama- porque los recortes pueden resultar en que muchos estados no puedan dar respuesta a la creciente demanda de atención de emergencias.

En medio de esta crisis hay dos nombres que se repiten nota a nota y reporte a reporte: fentanilo y heroína. La segunda tiene ya su prestigio ganado en todo el mundo y la forma en que se inserta en los sistemas sociales fue el centro de legendarias series de televisión como The Wire. Pero el fentanilo (fentanyl en Estados Unidos) representa un paso adelante, una escalada imprevisible si se piensa en quiénes la consumen.

El fentanilo -un opioide sintético que puede generar una sobredosis tras un mínimo contacto con la piel humana- es la principal causa de preocupación en la Drug Enforcement Administration (DEA), que meses atrás emitió una advertencia a médicos, policías y bomberos, a propósito del peligro de esta droga.

En una localidad de Ohio, un policía al que le habían quedado trazas de la sustancia en su uniforme luego de una redada a traficantes, necesitó cuatro dosis de naloxona (una droga que revierte los procesos de sobredosis de opioides) para sobrevivir, luego de haberse sacudido los restos de fentanilo de su uniforme.

En Nueva York la crisis es tan complicada que el gobierno de la ciudad estableció una campaña de vía pública y con posters en las diferentes líneas de metro que instan a los neoyorquinos a llevar naloxona con ellos todo el tiempo, para poder asistir a una víctima en cualquier momento.

Sin esperanza La mayoría de las investigaciones coinciden en la importancia del tejido social y de la empatía con el hecho de que se está ante una enfermedad social de la cual no se sale con facilidad, son las claves para que no aumente el número de víctimas por esta causa.

Pocos esperaban un rebrote de popularidad de la heroína, cuyos niveles de consumo han aumentado en todos los rangos demográficos. Pero lo que nadie esperaba eran los comportamientos con respecto al fentanilo.

«Las personas que lo consumen están lidiando con su uso; no se quieren morir. Así que eligen lugares públicos para consumir esta droga, porque así tienen más chances de ser salvados. Desde un punto de vista de la salud pública, esto para ellos es su forma de sobrevivir, aunque a la gente que no conoce este tipo de adicción le parezca una locura», explicó el director de los servicios médicos de la localidad de Berkeley, Brian Costello, a la revista The New Yorker para un reportaje con un título que dice bastante sobre lo expandida que está la crisis a nivel urbano y rural: «Los adictos de la puerta de al lado».

Cómo se llegó a esto Una de las principales razones de la escalada, según coincide una amplia mayoría de medios locales, tiene que ver con la administración de opioides para el tratamiento del dolor en las consultas médicas.

Visto así, esto se relaciona directamente con los casos de dos figuras excluyentes de la música pop: Michael Jackson como Prince, en su momento rivales por el cetro de músico más popular en su país y en el resto del mundo, murieron por causas vinculadas al consumo de opioides para tratamiento del dolor.

Desde el año 2013 se disparó el uso de oxicodona, hidrocodona y metadona, tres drogas legales que deben ser recetadas.

El fentanilo -la última instancia en la escalada de consumo- es entre 25 y 50 veces más potente que la heroína. Una variante bastante popular es también el carfentanilo, una sustancia que suele utilizarse como tranquilizador de elefantes.

El OxyContin, un medicamento introducido al mercado en 1996 como un «opioide seguro», goza de una gran popularidad en Estados Unidos, en particular en regiones donde los trabajos causan más traumatismos en la población como la actividad minera, se explica en el reportaje del New Yorker.

Mucha gente a lo largo y ancho del país también las usa para tratar » dolores psíquicos», como pueden ser crisis de ansiedad o de estrés postraumático debido a abusos sufridos en la infancia.

Son situaciones tratables pero en familias donde el dinero es poco y el caos es mucho, el tratamiento nunca llega.

A veces, en las comunidades rurales, los centros de tratamiento están demasiado lejos y la droga demasiado cerca.

Si bien por primera vez en el marco de esta nueva crisis la cantidad de recetas de opioides expedidas disminuyó -en regiones donde el precio de los medicamentos sube o la oferta se reduce para frenar las adicciones- los carteles de narcos y la heroína ganan las calles, aseguran los investigadores y científicos sociales que estudian la crisis.

Las causas en general son difíciles de identificar, pero algunos otros factores fueron individualizados por investigadores.

Anne Case y Angus Deaton, dos economistas de la universidad de Princeton, aseguran en un estudio publicado en marzo que el aumento de muertes por esta causa entre estadounidenses adultos de entre 45 y 65 años puede ser un resultado de «un proceso de declive a largo plazo enraizado en el deterioro constante de las oportunidades de trabajo para las personas con bajos niveles de educación».

Un reporte de la Reserva Federal del pasado mes de mayo también asegura que los empleadores tienen cada vez más problemas para llenar vacantes de trabajos que requieren un bajo nivel de habilidad, en gran medida porque los postulantes no tienen esas habilidades mínimas, y en muchos otros casos porque no fueron capaces de pasar el test obligatorio de consumo de drogas.

Trump y una crisis en el patio Apenas una sola vez mencionó el presidente Donald Trump la palabra «opioides» en su cuenta de Twitter.

El número llama la atención y es pertinente debido a la frecuencia con la que acude a esa plataforma para comunicarse de forma directa con su audiencia.

Sin embargo, durante la campaña electoral en la que se enfrentó a Hillary Clinton, la intención de «terminar con la crisis de los opioides» fue uno de sus caballos de batalla.

Sin embargo, la publicación Político reportó en mayo que Trump había propuesto un recorte de 95% en la oficina que lidera la lucha contra estas drogas.

La Casa Blanca señaló la medida como uno de sus esfuerzos por centralizar situaciones como la batalla contra estas adicciones de una forma más eficiente y menos costosa.

La semana pasada, Político también presentó un reportaje sobre cómo la crisis de los opioides se había acercado a Palm Beach, la zona donde se encuentra la residencia de Mar-A-Lago, donde Trump pasa varios de sus fines de semana y donde recibió incluso visitas internacionales.

Trump no se expidió en forma explícita sobre el asunto y los potenciales recortes (otras agencias vinculadas al asunto sufrirán recortes de entre 16% y 19%) en los últimos meses, pero designó una comisión bipartidaria para tratar el tema, liderada por el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, quien enfrentó cargos por manejos urbanos dudosos y la semana pasada fue fotografiado con su familia en una playa pública que cerró por razones presupuestales.