Iniciativa para que no se ate a los pacientes con demencias

La Nacion /

Aunque de eso no se habla, sujetar a los adultos mayores que padecen demencias es algo generalizado. Se piensa que es «lo normal». La emplean los médicos y enfermeros, y a veces lo piden los propios familiares pensando que así protegen a los ancianos de las caídas. Sin embargo, hoy se sabe que en lugar de evitar daños, el resultado es todo lo contrario, y crece en el mundo un movimiento de repudio a esta práctica.

Para promover este enfoque estuvo en el país el médico español Antonio Burgueño, gerontólogo y especialista en medicina preventiva, que certificó en Buenos Aires el primer centro libre de sujeciones: la residencia El Manantial, de Belgrano.

«La comprobación se hace con una visita in situ, una revisión documental, de métodos… -explica Burgueño-, ya que es altamente improbable que, tratándose de personas con demencia, que son imprevisibles, puedan eliminar las sujeciones durante unas horas y luego volver a usarlas.»

El especialista y sus colegas integran la Confederación Española de Organizaciones de Mayores y aplican en España desde hace más de seis años este sistema de comprobación mediante el cual certificaron decenas de instituciones libres de sujeciones.

Tanto en España como en otros países, atar a los ancianos es una práctica frecuente. De allí nació un movimiento revulsivo contra esa modalidad que puede anular totalmente a una persona. «No deja de ser un fracaso profesional -subraya Burgueño-. En el mundo anglosajón, esta iniciativa ya lleva más de dos décadas.»

La excusa más común para atar, ya sea física o químicamente (con medicación), a los ancianos es siempre la seguridad. A veces la familia, y muchas otras el personal de salud, afirman que lo hacen para que no se dañen, pero «la sujeción daña seguro y más», afirma Burgueño.

«Una persona mayor inmovilizada sufre un daño diario y lentamente evoluciona a una situación catastrófica, física y mental -agrega-. Es peor el remedio que la enfermedad. Hay que buscar fórmulas alternativas.»

Hay algunos que están atados el dia entero : pasan de la cama a la silla y luego de nuevo a la cama, siempre sujetos. «En un mes o dos, como mucho, se destruyen mental y físicamente -asegura Burgueño-. Manifiestan sentimientos de miedo, pánico, vergüenza. Muchos reaccionan de forma airada, violenta, se agitan, tratan de zafarse, Algunos hasta sufren accidentes mortales tratando de librarse de las ataduras. Y, finalmente, si la situación se prolonga, la persona termina «tirando la toalla», entra en un cuadro depresivo, de apatía y desaparece.»

A veces, cuando esa misma persona ingresa en un programa de «retirada de sujeción», vuelve a aparecer, recupera cierto nivel de lenguaje, o puede llegar incluso a movilizarse, caminar o bailar.

Salvo en Japón, las leyes no prohíben la sujeción de los ancianos, aunque en muchas partes los propios profesionales respetan normas que ponen límites muy claros a esta modalidad que puede evitarse sin necesidad de ampliar la planta de profesionales, y con solo modificar ciertos elementos del entorno y la organización de los centros.

«Basta con adecuar las habitaciones en las que duermen, tratando de que si la persona tiene que hacer un recorrido de noche, por ejemplo, pueda hacerlo con la mayor seguridad posible -ilustra el gerontólogo-. E incluso si sufriera una caída, que no padezca un grave daño. Eso se puede lograr modificando suelos, cubriéndolos con superficies que absorben el impacto o usando métodos antideslizantes. Todas son medidas de seguridad física pasiva que se implementan cuando los centros se proponen evitar el uso de sujeciones.»

Siguiendo esta modalidad, en el país acaba de formarse un grupo de referencia «Desatar al anciano con Alzheimer», bajo es auspicio de la Sociedad Argentina de Geriatría y Gerontologia (SAGG). Lo integran geriatras, psiquiatras, abogados, enfermeras, kinesiólogos, terapeutas ocupacionales…

«La sujeción es una práctica habitual -coincide José Ricardo Jáuregui, presidente de la SAGG-. Esta corriente surge porque se vio que las personas se lastiman más cuando están contenidas que cuando están sueltas. Hay situaciones en que es una indicación médica, pero debe ser momentánea y por una razón puntual.»

«Al principio es algo de lo que cuesta hablar, todo el mundo sabe que se hace, pero no habla de ello -concluye Burgueño-. Hay que superar eso y llegar a que se hable abiertamente de sujeciones, porque todos están en el intento de la eliminación. O de llevarlo a unas cifras más racionales.»