Sí, puedes enamorar a alguien en diez minutos

En una primera cita, como en la vida, deberíamos apuntar a dos objetivos: primero, conseguir lo que queremos y segundo, disfrutarlo. Fue el ensayista Logan Pearsall Smith quien insinuó tan sabia enseñanza, pero en lugar de eso, tenemos la fea costumbre de librar una guerra implacable contra nosotros mismos: «Con los nervios, olvidé el rímel».

«Quizás no debería haberme puesto tan sexy»… ¿Este chico será para mí?»… «¿Y si después no me vuelve a llamar? A ver si va a ser como el último cretino!»… «No me depilaré y así tendré el pretexto para no acostarme con él, al menos en esta primera cita»… «Por supuesto, tampoco beberé en exceso, no vaya a ser que al final acabe en su cama ¡con estos pelos!… En fin, elucubraciones inútiles y grotescas si tenemos en cuenta que nuestro cerebro erótico ya ha previsto por nosotros mucho de lo que pasará en este primer encuentro con una persona.

Es él el que tiene la clave para conseguir una segunda cita y el que en pocos minutos descubre si hay ese ‘feeling’ físico y psicológico que determinará el futuro más inmediato de una pareja.

Es bueno saberlo para vivir la cita con intensidad y manejar con maña esos primeros instantes tan cruciales si queremos conquistar a una persona y, quién sabe, convertirlos en una eternidad.

1. Casi el 70% de lo que transmitimos en esa primera cita sucede en los primeros momentos y sin apenas mediar palabra. Los gestos, la postura, nuestra apariencia, cómo miramos o la expresión de nuestra cara lo dicen casi todo por nosotros. Inmediatamente, la mente se pone a procesar todos estos datos y, en un instante, hemos caído bien o mal. Y esto es casi irrevocable. El neurólogo italiano Antonio Damasio ha estudiado bien el fenómeno y dice que, aunque parece precipitado, nuestro cerebro procesa más rápido de lo que creemos en diferentes áreas. El sistema límbico dicta la primera emoción y luego la reelabora el razonamiento. Es como un mecanismo de alerta ancestral.

2. La primera impresión se forma al mirar a la cara. Bastan milésimas de segundo para hacernos una idea de esa persona cuando nos detenemos en su rostro, en la forma de la mandíbula, la boca, los ojos y los pómulos. Así concluyó una investigación de la Universidad de Nueva York al comprobar cómo con una rápida ojeada, ciertos rasgos faciales nos dicen si estamos ante alguien honrado, atractivo o autoritario.

3. Investigadores del Trinity College han descubierto también, utilizando escáneres de resonancia magnética funcional, que alguien puede enamorarse con un simple cruce de miradas. Es la ley de la atracción. Caprichosa, inesperada y sorprendente. Nuestros ojos se clavan en otros y, de repente, se activa un punto de la corteza prefrontal. Da igual que ese día vistamos con nuestro color menos favorecedor. Esta atracción física es una cuestión más compleja y permite a nuestro cerebro evaluar en un instante si la persona que tenemos enfrente es adecuada para nosotros, mucho más allá de la vestimenta. El cerebro tiene tiempo incluso de encender otras áreas si detecta una contradicción entre su cálculo personal y la percepción de los demás acerca del atractivo de esa persona. Y todo ello en apenas 30 segundos.

4. Este juicio, justo o no, que responde a la percepción que tenemos en los primeros segundos incluye también la simpatía que desprende y su encanto natural. Estas dos cualidades generan muy buenas sensaciones y hacen sentir muy bien a los que están alrededor. Curiosamente, el grado de simpatía no va a variar demasiado una vez que la relación arraiga. Hay que decir que las mujeres son más intuitivas y aciertan más con esa primera impresión de rechazo o de agrado. Los hombres, en cambio, son más avispados a largo plazo.

5. ¿No hay nada entonces que podamos hacer? Al contrario, la belleza y el atractivo lo componen también los pequeños detalles: nuestro modo de movernos, el olor corporal, la seguridad que proyectamos, si nos manejamos con cierta habilidad social o sabemos de qué hablamos cuando tocamos un tema. Son nuestras mejores credenciales. Según el neurólogo italiano, la peor impresión se la llevan las personas indiscretas, negativas, criticonas, excesivamente simpáticas o bromistas, embaucadoras, demasiado parlanchinas o déspotas. La honestidad es un valor añadido, pero no es necesario cargarle la cabeza a un recién conocido con nuestra lista de desengaños o las fechorías del último amante.

6. La apariencia física despierta un sentimiento de alegría que incluye deseo sexual, pasión u otras reacciones que pueden o no ser precursoras de una relación con más apego. De todos modos, la atracción responde a una combinación química y neuronal muy compleja, ajena casi siempre a condiciones físicas concretas. Si das con una persona que te hace sentir bien y transmite confianza, el cerebro libera oxitocina, una hormona que nos inclina después hacia ella haciendo que la sintamos bella.

7. Y tal vez si nos atreviésemos a pedir a nuestro círculo más cercano qué características nos definen, sabríamos de antemano qué puede causar rechazo. Solo en unos pocos casos esos rasgos son patológicos. En el resto se pueden reconducir y aprender a conectar bien con quien nos gusta.

Elmundo